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Nat Poulsen

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Mensaje por Nat Poulsen Vie Ago 04, 2017 9:02 pm

Natasha Poulsen
10/08/88 (29 años)
Irlandesa
Bruja
Ocultos
Mestiza
Oncóloga
Hetrosexual
Scarlett Johanson



 
Descripción Psicológica


Si hay algo que destaca a primera vista de Natasha, es su carácter fuerte y avasallador. Es orgullosa, presumida, pedante y a veces déspota. Sin embargo, posee un corazón demasiado grande para quienes logran importarle realmente. Es una mujer de familia, aún cuando adora su independencia, es incapaz de vivir tranquila si no sabe de sus padres en un par de días, y es que así de preocupada y protectora es con aquellos que son suyos.
No teme a decir lo que piensa y puede mentir, humillar y herir al resto de la gente sin siquiera proponérselo o darse cuenta, simplemente es demasiado honesta como para intentar caer bien a la gente sin motivo alguno. Es una persona sumamente reservada con su vida personal, mantiene hábitos de los cuales ni siquiera su propia familia logra enterarse. No obstante, adora que la gente hable de ella, ya sea para dar buenas o malas opiniones y es que simplemente le gusta destacar y, de cierto modo, sentirse importante.
Es orgullosa, presumida y algo egocéntrica, no dejará de lado sus necesidades por satisfacer a las del resto. Demasiado practica y algo cobarde, podría decirse que de cierto modo teme a enamorarse, aunque en realidad no le preocupa demasiado ya que cree firmemente que simplemente no tiene tiempo para tonterías sentimentales.
Sabe guapa y se siente guapa, sabe que puede usar su cuerpo como un arma de convencimiento, pero no es algo que haga a menudo, en parte porque se valora demasiado a si misma como para gastarse en gente no vale la pena (y eso es porque también se sabe mas inteligente que el promedio), en parte porque lo aprendió de una mala manera.
Ama y odia con locura, por ambos es capaz de hacer cosas que a ella misma le sorprenderían, y es que en la guerra y en el amor (ya sea de familia, amigos o algo más) todo esta permitido.


 
Historia

Mayo de 2012



Sinceridad.
(O el día en que descubrí lo relajante que era lanzar platos cuando casi me cargo a mi hermano).

No tenía ni la más mínima idea de cómo lo había logrado, pero Iorwerth había logrado contactarse con Rhett. Tal vez ellos si hablaban a menudo o es que el tipo era realmente un buen cazador, no lo sabía, pero no importaba, lo importante era que por primera vez en varios años había logrado poner el culo de Rhett en tierra británica. Él pasó la primera semana prácticamente pegado a Iorwerth, la segunda en casa de sus padres y ya venía siendo hora de que le tocase a ella su turno de compartir con su hermano así que le invitó (insistió, más bien) a que se quedara en su departamento. Él solo aceptó solo luego de comprobar que realmente no habían inconvenientes.

El primer día fue bastante lejano a lo que había soñado. Le pidió favores a medio hospital pero logró tener la noche y el día siguiente libres, así que llegó con una botella de vino que abrió gustosamente para que ambos compartieran… pero Rhett alegó un dolor de cabeza agonizante y simplemente se fue a dormir. Se bebió igual la botella de vino y se fue a dormir con una borrachera que no había sentido en años.

El segundo día se pasó toda la mañana cocinando para impresionarle, pero él alegó que debía ir a lo de Iorwerth y que comería mas tarde, así que frustrada llamó al chino de la esquina y dejó el almuerzo para la cena.

Lo llamó al móvil sólo para confirmar que él estaría en casa en la noche y se dedicó a esperarlo. Llegó con una sonrisa cansada, le dio un abrazo y se dedicó a comer en silencio, un poco apagado.

- ¿Estás bien? ¿Hay algo en lo que pueda ayudar? -le preguntó, y su hermano sonrió triste, abrió la boca y la cerró para negar con la cabeza.

- Estoy ayudando a Ior con un caso, pero no puedo hablar de ello, lo siento -dijo, empezando a remover su comida sin ganas. Vale, Rhett sin hambre era algo realmente extraño.

- ¿Por qué no me cuentas algo de lo que has vivido en los años que no te he visto?

- Pues… ¿Has escuchado la canción Copacabana? tarará Cooopaaa, copacabaaanaaa -empezó a tararear, asomando la primera sonrisa sincera que le había visto en todo ese tiempo- conocí la playa y tengo que decir que es realmente maravillosa… -y sin más se largó a hablar de destinos turísticos, de las personas, de lo amables que eran los brasileños, de el calor húmedo de Colombia, de la gente en Jamaica y los efectos de la marihuana. Con esto último Nat le miró con reproche. No le gustaban nada las drogas recreacionales. No tenía ningún problema con que un paciente usara una terapia alternativa con Marihuana para paliar sus dolores, pero de Rhett no lo aprobaba. Por lo visto lo notó, pues él se cayó y alegó que al día siguiente debía levantarse temprano… y era cierto, pues para cuando ella se levantó, él ya no estaba en casa y tampoco llegó esa noche.

El día siguiente fue horrible desde que se levantó. No logró encontrar su pijama médico favorito, llegó 15 minutos tarde a causa del tráfico y le habían pedido que por favor bajara a ayudar en urgencias pues un accidente de tránsito había dejado varios heridos. Aunque hizo todo lo que pudo, aunque logró finalizar de forma exitosa una corrección al fémur (estaba segura de que con tan buen trabajo no quedarían secuelas), el paciente no había resistido el trauma, así que ni el CPR, la epinefrina o el desfibrilador pudieron despertarle cuando su cuerpo acusó un paro cardiaco. Llegó a casa únicamente con ganas de descansar, sin embargo se encontró con platos sucios sobre la mesa, la ropa de Rhett sobre su sofá y parecía que había removido sus apuntes del internado. Mientras miraba el desastre (que realmente no era demasiado, pero para ella significaba una alteración natural de su vida) el susodicho apareció tarareando por lo bajo y sin camiseta, dejando la puerta abierta para que todo el departamento se impregnara del agradable aroma que provenía del baño.

- ¿Estás esperando a que nuestra mucama venga a limpiar? -le espetó, furiosa. Mala idea, la luna llena era al día siguiente

- ¿Y a tí qué cojones te pasa? -le preguntó él de vuelta.

- He estado todo el puto día trabajando para encontrarme con que debo llegar a limpiar tu desastre… ¿Acaso tienes 5 años? -agregó, subiendo la voz.

- ¡Tuve un apretón mientras comía y debí correr al baño! ¿Para qué coño me invitaste a venir si no te gusta la compañía?

Nat era muy tolerante y realmente evitaba mostrar demasiado sus sentimientos pero ese día estaba agotada y, sin siquiera pensar en lo que decía, contestó.

- ¡Te invité porque me he pasado la puta vida extrañándote, Rhett! ¡Eres mi hermano, pero pareciera que soy la persona que menos te conoce de todo Gran Bretaña! 

- ¿Y qué esperas? ¿Que me siente contigo a jugar a las tacitas y te cuente exactamente cómo ha sido todo? -contestó este, alterándose cada vez gracias al influjo de la luna.

- ¡Al menos sería un avance! Te has pasado cada día buscando alguna excusa para no hablar. Cosmas esto, Cosmas esto otro, que debes ir para allá o que necesitas visitar otra cosa, que los papás o algún amigo…

- Pues siento tener una vida más allá de tus necesidades -respondió él, en un tono borde.

- ¿De mis necesidades? ¡De las necesidades de todo el mundo! Te largaste de casa a penas pudiste, a veces no das noticias por meses. Te has perdido cumpleaños, aniversarios y celebraciones. ¡Ni siquiera pudimos contactarte para que vinieras el día en que me recibí como médico!. No has estado ninguna de las veces en que los papás se han enfermado. A veces siento que ellos morirán de preocupación por ti para luego enterarnos de que tu has estado viviendo la vida loca en algún país tercermundista! No te preocupas por nadie, sólo por ti mismo.

- ¡Perdóname por no querer intoxicarlos a todos ustedes con mi puta vida desenfrenada entonces! -le gritó este de vuelta, sarcástico.

- ¿Intoxicarnos? ¡Nos preocupamos por ti! ¡Te queremos aunque a veces me pregunto si acaso el sentimiento es mutuo!

- ¿Lo dudas? -le preguntó él, pero al voltearse a mirarlo se dio cuenta de que en sus ojos no había pena, sino rencor.

- ¿Cómo no hacerlo? ¿Acaso en algún momento has preguntado qué hago? ¿Sabes por qué están todos esos apuntes sobre la mesa de café? ¡No! ¡A veces pasan meses en que ni siquiera te dignas a llamarme! -le gritó, sintiendo que las lágrimas se agolpaban en sus ojos- ¡Nunca te enteras cuando lo hemos pasado mal como familia porque ni siquiera lo intentas! ¡Eres egoísta y mal agradecido! -no sabía desde cuando estaba jugueteando con el plato en sus manos, pero en ese momento ya no estaba ahí pues lo había arrojado hacia la pared, justo al lado de donde estaba Rhett.

- Te equivocas… -fue lo único que dijo este, esta vez si había dolor en su voz. Observó cómo su hermano se ponía la camiseta y la chaqueta mientras se dirigía hacia la puerta. Quiso acercarse, pero él sólo alzó una mano para detener su avance y salió de allí, cerrando la puerta con suavidad detrás de él.

Abrió su refrigerador y se sirvió un vaso de vodka vainilla con hielo. Lo bebió de un trago y se largó a dormir. Era lo mejor que podía hacer.

Preocupaciones.
(O el día en que ambos se devanaron los sesos por no ser sinceros a tiempo).

No sabía cuándo llegaría Nat, pero la verdad estaba preocupado. Ahora mismo su hermana era su problema principal, el resto podía irse a tomar por culo (incluso Ella, la esposa de Cosmas). No sabía cómo era el ánimo de Nat cuando llegaba del turno por las mañanas (ahora que se paraba a pensar, no sabía cómo era su ánimo después de ningún turno), sin embargo sabía que un desayuno liviano sería una buena opción.

Compró fresas, pan y huevos en el supermercado para hacer tostadas francesas. Llevaba allí varios días y sólo esa mañana se había percatado de que ella bebía leche sin lactosa. ¿Cuántas cosas más no sabía de ella? ¿Realmente se había preguntado por qué ella siempre parecía tener apuntes nuevos sobre la mesa? Si era sincero, había vuelto loco pensando únicamente en Ella. Habían días en los que estaba todo el día fuera pues incluso había estado en la biblioteca leyendo volúmenes de psicología para tratar de entender cómo ayudarla, pero no era tan simple.

A veces intentaba mostrarle las ventajas, esas pequeñas cosas a las que él se había aferrado para mantenerse abrazado a su humanidad, esas cosas que le habían ayudado a aceptarse a si mismo, cosas como sentir el aroma de las flores primero que nadie, como ser tan instintivo que podías proteger al resto casi sin pensarlo, pero no ayudaba. A veces simplemente le preguntaba cosas para que ella fuera soltando los pesos, cosas como qué era lo peor, qué le molestaba más, pero aunque solía contestar, seguía teniendo la misma carga y, joder, por Cosmas es que no estaba dispuesto a rendirse. Fue él quién le ayudó a cargar con su propia alma cuando había sido recién mordido, no podía evitar sentir que sólo le estaba devolviendo la mano y por eso no se rendía a pesar de que se frustraba.

Mierda. Por seguir pensando en Ella casi se le quema una tostada, así que la volteó y siguió cocinando.

Nat entró al departamento para encontrarse con un agradable aroma a vainilla impregnando la casa y haciéndole la boca agua, lo cual era el único indicio de que no estaba sola.

- ¿Rhett? -llamó, queriendo asegurarse, adentrándose a la cocina.

- Por aquí -le indicó, aunque ya había oído cómo los pasos de su hermana se acercaban a la cocina- Hola, hermanita -le saludó, con las manos cubiertas de jugo de las fresas que se encontraba cortando- ¿Por qué no te pones algo cómodo mientras yo termino el desayuno? -sugirió, dando Nat su aprobación y saliendo en dirección a su habitación.

Mientras se cambiaba escuchaba el trasteo de Rhett en la cocina y el comedor, hasta que todo se quedó en silencio y él golpeó suavemente la puerta de su habitación.

- El desayuno está listo… -y sus pasos desaparecieron por el pasillo.

Aunque no entendía bien qué pasaba con Rhett, pero por lo visto ambos tenían ganas de que las cosas se calmaran.

- Hola -saludó al llegar nuevamente al comedor, tratando de que con esa simple palabra pudieran empezar de nuevo. Él sonrió en respuesta y abrió la silla para que ella se sentara. Pensó en bromear al respecto, pero se contuvo, limitándose sólo a agradecerle.

- ¿Todo está bien? -preguntó, a lo que Rhett alzó los hombros.

- Ha estado mejor… pero es mejor si comemos primero y hablamos después, ¿Vale?

La música era lo único que llenaba el ambiente, pues ambos se dedicaron a comer en silencio mientras pensaban en cómo empezar. A veces interrumpían el silencio para comentar algo de lo que los vecinos del frente hacían o algún comentario del poco de cielo que podían ver desde allí, pero eran comentarios mínimos. De cualquier manera las tostadas francesas eran las preferidas de los dos (con bastante caramelo y mantequilla por encima) y Rhett se había molestado en picar fresas para que pudieran disfrutarlas con la tostada y el té, así que se encontraban demasiado ocupados comiendo.

Cuando ambos habían acabado con sus tostadas, Rhett se sirvió otra taza de té y ella decidió imitarlo. Una taza de té caliente podía ayudar a deshacer las barreras de hielo que a veces parecían instauradas entre ellos.

- Yo… -empezó él.

- Lo siento -dijo ella casi a la vez y pudo ver cómo su hermano negaba con la cabeza.

- No… no, soy yo quién lo siente.

- Fui yo quién empezó…

Rhett rió.

- ¿Vamos a jugar a la telenovela? Oh, Natasha Flaviana Margarita Poulsen de Stupers, soy yo quién está realmente arrepentido -dramatizó, imitando el acento de un latino.

- Idiota -contestó ella, entre risas y le siguió la broma, fingiendo un acento extranjero y deshaciéndose en disculpas que alternaban inventándose segundos, terceros y hasta cuartos nombres, divirtiéndose hasta que las risas pasaron.

Se quedaron en silencio un momento hasta que él lo rompió.

- No importa quién empezó, hermanita… es sólo que en el fondo tenías razón…

- Sólo estaba siendo egoísta…

- Pero tenías tus razones, las entiendo. Yo también fui egoísta.

Ella bajó la mirada. No quería decirle que no era así pues sería mentir y prefirió quedarse en silencio. Rhett apreció eso, pues también asintió y miró hacia el techo un momento, como pensando en qué decir.

- Soy un licántropo…

- Ya lo sé -contestó ella, sin saber si reír o estar confundida así que su rostro tenía una mueca extraña.

- No, quiero decir, siempre he tratado de mantenerlos lejos de eso, especialmente a ti. Por eso me fui en primer lugar, porque no quería que tuvieran que lidiar conmigo. En todos estos años he evitado que me vean cuando estoy cambiando y he evitado especialmente que tu me vieras transformado. Si no puedes verlo no existe, ¿Verdad? Es lo que me gusta pensar…

- Sé lo que eres, pero aún así te quiero.

Él negó con la cabeza.

- Tu quieres a la ilusión del humano. Tienes razón cuando me dices que no me conoces, porque no estoy seguro de si alguien además de Ior lo hace -Suspiró, alzando las manos para detener la réplica que se avecinaba- Yo… no estoy preparado para hablar de esto ahora. Quisieras… ¿Puedes? -estaba dubitativo, como pocas veces- No tienes turno esta noche, ¿Verdad? ¿Podríamos hablarlo a la noche? De cualquier manera necesitas dormir un poco. Has estado en el hospital los últimos dos días y estoy seguro de que tu cama te extraña.

- ¿Me das tu palabra de que no huirás esta vez?

Él rió, pero al menos tuvo la decencia de parecer avergonzado.

- Tal vez llegue un poco tarde, pero te lo prometo.

Pensó en amenazarlo, en decirle que lo echaría de casa si acaso faltaba a su palabra… sin embargo se dio cuenta de que no tenía sentido.

-Te esperaré esta noche -prefirió decir. Si él no llegaba ella simplemente estaría aún más dolida, pero todavía dispuesta a darle una y mil oportunidades más.

Conversación.
(O el día en que entendí que cada persona es un mundo e incluso mi hermano era un mundo tiene sus propios tesoros y peligros…)

Rhett había cumplido. Había llegado tarde, pero se lo había prometido y había llegado, así que allí estaban, frente a frente, sentados uno a cada lado de la mesa de café.

Como en la mañana, sólo la música ambiental rompía el silencio, aunque esta vez se notaba la diferencia, notaba cuan incómodo Rhett se sentía. Le dio un trago a su vodka (ella misma había sugerido que serviría para relajarse) antes de romper el silencio.

- Había una vez una pequeña rubia que amaba a su hermano… -dijo ella, haciendo que Rhett le mirase interesado- Su madre, Lady Aureliana le cuenta que desde muy pequeña le amaba pues era su príncipe azul y su padre, Lord Xavier lo corrobora. Si ella quería jugar, él jugaba con ella. Si ella quería caminar, era él quién le tomaba ambas manos y le guiaba por la casa -ambas miradas se cruzaron. La sonrisa suave de Rhett mostraba lo enormemente agradecido se encontraba de que ella se hubiese propuesto a darle un inicio a una noche que sería de descubrimientos, incluso aunque lo estuviese haciendo de forma muy particular- Siendo pequeño ya era todo un caballero y ella fue su princesa hasta los 3 años. En ese momento una carta llegó para anunciar que él debía partir a defender otro castillo lejos del hogar. Ella lloró su partida, o eso cuentan Lord y Lady Poulsen. Volvía por vacaciones orgulloso de mostrar el estandarte rojo con un león dorado. Llegaba siempre contando sobre sus mejores aventuras y los peligros que enfrentaba siempre acompañado de su mejor amigo, Iorwerth Cosmas… pero aún así siempre se hacía un tiempo para ella. Se detenía y olvidaba su posición de caballero para volver a ser su príncipe. El tiempo fue pasando y ella aprendió a leer, así que su relación se estrechó aún mas. Él escribía cartas pensadas sólo en ella, con letras grandes y palabras simples de las cuales ella aún se conservan una copia o dos. Ella respondía estupideces que por suerte se perdieron con el tiempo -él rió.

- No puedo creer que aún conserves algunas cartas. Siento no haber guardado ninguna de las tuyas -dijo, rascándose la cabeza.

- No lo sientas, no fui yo quién las guardó, fue mamá. Me lo contó hace unos años, pero no me las quiso mostrar porque dijo que las quemaría -reían, así que volvió a darle un trago a su vaso antes de continuar su cuento de hadas- cuando la princesa ya tenía 7 años, o algo así, las cosas no iban bien en el mundo en que vivían. La princesa era una bruja, algo de lo que sus padres se encontraban orgullosos, si, pero que también les asustó. El mundo mágico no era un lugar seguro para ninguno de sus habitantes ahora que la guerra se cernía y ellos no podían hacer mucho pues ni siquiera habían podido evitar que el caballero se fuese al colegio. Nadie sabe a ciencia cierta qué vivió él en particular, pero sabemos que tras una sangrienta batalla el estandarte del león rojo y dorado se impuso sobre las calaveras y serpientes. Muchos partieron ese día, muchos de sus amigos, así que mientras el mundo entero se sumía en fiestas y celebraciones él sólo quería descansar, así fue como Lord y Lady Poulsen decidieron continuar con la tradición de tomar vacaciones en el campo, sin pensar que el cuento de hadas podía tornarse aún más oscuro 

Ambos bajaron las miradas, sabiendo lo que venía a continuación.

- Creo que necesito un cigarrillo si acaso soy yo quién debe continuar la historia… 

- No, sigue siendo mi historia. -dijo ella.

- Aún así necesito un cigarrillo -explicó él, rascándose el cuello (lo cuál era más un reflejo nervioso que una comezón real) y levantándose a buscar algo en su habitación. Volvió pronto, pero se fue directamente al balcón, así que Nat se levantó para acompañarle, quedándose de pie al borde del ventanal- ¿Puedes cerrar? Odio que la casa tenga olor a cigarrillo -le pidió con una sonrisa antes de darle una nueva calada- sería genial si un cigarrillo electrónico tuviera todas las ventajas que uno de estos -agregó mientras miraba el cigarrillo que tenía entre sus dedos, mientras el viento se llevaba el resto del humo- y sé que son malos… pero también tengo claro lo que viene en la historia y estos me ayudan con la ansiedad

Nat sólo alzó sus manos, mostrando ambas palmas al frente.

- No te estoy juzgando. Todos tenemos diferentes formas de lidiar con la vida

Al final siguieron conversando un poco más, donde Rhett incluso se sintió un poco culpable de extender la pausa durante un poco más de tiempo del necesario cuando encendió otro cigarrillo. Aún así Nat no le permitió quedarse más tiempo. Lo invitó a que dejaran de helarse y él debió abandonar la seguridad del sofá preferido para volver a la historia.

- Ella tenía ocho o nueve años. Habían pasado todo el verano en el campo, pero anhelaba un poco más de acción así que pidió permiso para ir con sus tíos a la ciudad. Disfrutó como solo una niña puede hacerlo. Descubrió nuevos lugares, comió helados de sabores imposibles, hizo amigos a los que en un par de horas les estaba prometiendo de que serían los mejores amigos para toda la vida y jugaba hasta que poco a poco les empezaban a llamar para dormir. No era distinto a sus fines de semana comunes, pero recuerda lo mucho que lo disfrutó por la sensación agridulce que le provocó el volver a llegar a casa… -al entrar, sin hablar, habían decidido sentarse uno junto al otro en el suelo, apoyando la espalda contra el sofá, así que ahora no hubo necesidad de mirarse, pero ambos buscaron el contacto, un hombro se rozó primero, una cabeza se apoyó en el hombro contiguo después- algo había cambiado en casa. Seguía habiendo mucho amor, amor para todos, amor para ella… pero la forma como trataban a su hermano varió mucho. A veces parecía que sus padres le veían frágil, como si fuera una copa de cristal suspendida en el aire y que por cualquier provocación podía caer. Otras veces se veían confundidos, como si él les hubiera dicho que había cambiado de nombre, o que quería dejar de ser caballero para ser bailarín de jazz -sonrió y levantó la cabeza del hombro de su hermano para mostrarle que podía sonreír, que intentaría no hacerle la historia tan dura- Madre además cojeaba un poco, pero si la princesa preguntaba, todos sonreían y aseguraban que se encontraban bien… especialmente él, el brillante caballero de ojos azules. Él le sonreía y la atrapaba en un abrazo vacilante, diciéndole que el mundo nunca paraba, ante lo que el Lord agregaba que todo era una prueba, pero que se podía ser feliz y Lady Poulsen le decía que las dificultades eran las que sacaban lo mejor de nosotros. Ella tardó en entender. Tardó en entender la repentina torpeza de su caballero, lo confiado que se veía poco después, cómo empezó a decaer poco a poco o incluso qué tenían que ver las extrañas pero fascinantes cicatrices en la pierna de mamá, esas que parecían que alguien había tomado su piel como si fuera tela para reemplazarla por parches de piel mas rosada y nueva como si fuese Patchwork.

» “¿Qué está mal con Rhett?” tuvo que preguntar un día, cuando él partió al colegio y su madre rompió a llorar. No recordaba haberle visto llorar ninguna de las veces anteriores que él partió, por lo que la reacción tensa de ambos a penas hubo soltado la pregunta fue una prueba de que algo extraño pasaba. Su caballero estaba en problemas… pero él siempre salía adelante, ella estaba segura de que nuevamente sería así. Sus padres no contestaron, no ese día al menos… pero ella insistió, e insistió, e insistió y, al igual que en los tres cerditos, la casa de madera se desplomó.

Ellos le explicaron con cuidado, omitiendo detalles, ocultando algunas cosas, repitiendo desde el principio hasta el final que nadie fuera de la familia podía saberlo. Que si se sabía, sería malo para todos, que su lengua se caería. Ella no lo entendía, pero había visto la magia en acción, pensó que sería cierto… nunca lo comprobó
 -se rió, también su hermano- No hacía falta comprobarlo tampoco. Ella estaba segura de que a pesar de la maldición, él seguiría siendo su caballero, pero no fue así… y ahora es cuando la historia empieza a tratarse de mi…

Ambos se enderezaron. Rhett tomó un cojín para sentarse sobre él, ella estiró la espalda hasta que crujieron los huesos, pero aunque hablaron sobre la posibilidad de sentarse sobre el sofá, ambos confesaron que se sentían bien así, tan cerca y tan pequeños. Era el estar en el suelo, uno al lado del otro, el que les confería una burbuja de intimidad, de una cercanía que hacía años no sentían.

- Yo pensé que cuando volvieras sería una nueva oportunidad para conocerte, sin embargo durante las vacaciones estabas distante. No lo entendía y se lo hice saber a mamá, quién me dijo que era porque tú ya eras un adulto en el mundo mágico y yo seguía siendo una niña. Ya tenía diez años, pensé que tenía que madurar y me obligué a ello. Al año siguiente iría a Hogwarts, así que era lo mejor. Dejé las muñecas y tomé los libros, los mismos que tu y papá leían, luego tomé los de mamá y como eso no bastaba, empecé a leer más y más. Se abrió un mundo de conocimientos y me dije a mi misma que tenía que ser la mejor. Ese año cambié más que ningún otro año, pero en mis esfuerzos por ser la más inteligente cuando tu regresaste, era yo quién estaba distante, preocupada de estudiar, de aprender todo cuanto pudiera antes de entrar al colegio… y tú te fuiste. “No importa”, dijo mamá, “él volverá pronto” y yo le creí. Volviste, si, pero nuevamente te fuiste y cada vez ibas más y más lejos. Después ya no sabía demasiado de ti excepto por las cartas y llamadas que enviabas a papá. Cuando fui a Hogwarts la distancia se hizo mayor, pues ya ni siquiera podía contestar el teléfono, todo lo que sabía era a través de las cartas que ellos me enviaban. En Hogwarts descubrí cuánto debías quererme si acaso te dabas el tiempo de escribirme sólo a mi, pues yo me encontraba tan preocupada de ser la mejor, de encajar en mi casa, que sabía que no me hubiese dado tiempo de hacer lo mismo. El sombrero me mandó a Slytherin porque se dio cuenta de que yo estaba movida por la ambición, por la aspiración de la grandeza. Sabrás que es una casa complicada, una casa a la que todos odiaban porque la mayoría de los magos oscuros provenían de allí y que habían sido demasiado cobardes como para luchar la batalla de Hogwarts, no como los Gryffindors como tú e Iorwerth, que pusieron sus vidas en manos del destino para salvar el mundo mágico. También aprendí que las serpientes pueden ser muy fieles, si, pero siguen teniendo veneno. Si te equivocas una vez pueden envenenarte. Aprendí a ser práctica, a formar lealtades sólo con la gente que me era necesaria y dejar al resto atrás. Aprendí también el arte de aparentar. Nunca mentí, es cierto, pero si acaso alguien compartía una opinión en la que yo no creía me dedicaba a escuchar para comprender sus puntos de vista. Nunca hablé mal de los licántropos, pero tampoco los defendía cuando otras personas hablaban mal de ellos sin querer escuchar algo más. Fenrir Greyback había calado demasiado hondo en las memorias de la gente que había compartido con él. Slytherin me hizo crecer, no puedo negarlo. La competitividad, la astucia, el poder eran enormes, pero también me endureció, me hizo desconfiar. El día en que descubrí que no sería prefecta tuve un estallido de magia producido por la rabia. El día en que descubrí que no sería premio anual lloré de impotencia. Lo odié y me odié a mi misma por no haber superado al resto.

- ¿Y la capitanía de Quidditch? -preguntó él, haciendo que ella se sobresaltara pues incluso había olvidado que estaba con él.

- Tampoco fui capitana de Quidditch, pero porque yo no quise. Estaba tan preocupada de tener TIMOS y EXTASIS perfectos que no pretendía hacerme un tiempo para dirigir a la manga de inútiles que teníamos por jugadores. En cambio era presidenta del club de debates. No me demandaba demasiado tiempo, bastaba con que hubiera más de un alumno para que se pusieran a debatir hasta sobre qué color era el de los banderines del colegio y usualmente conversábamos entre todos cuál sería la discusión de la siguiente sesión, aunque yo tenía el poder de decidir -comentó divertida- comprenderás que el club de debate era una cosa de ego, no es que me interesara particularmente, pero me hacía sentir bien cuando terminaba convenciendo a todos de que mi postura era la mejor. Pero pronto Hogwarts terminó y, aunque tenía unos EXTASIS perfectos, no sabía qué hacer. Sería demasiado fácil para mi tomar un puesto en el ministerio y empezar a ascender, pero no era lo que quería para mi, quería un reto… y ahí es donde influiste tú. Había estado muchos años tratando de entenderte sin poder hacerlo. ¿Y si te habías alejado porque eras un licántropo?¿Si te curabas volverías a casa? Pero… ¿Por qué, si existieron magos muy capaces antes de mi, ninguno pudo encontrar una cura para la licantropía? No lo sabía, pero creí que tal vez la solución no venía solo de parte de la magia. Yo era una bruja tan capaz como muchos otros, pero sería médico, una de las profesiones más difíciles del mundo y una de las más prestigiosas y me convertiría una doctora especializada en diagnósticos sólo para entrelazar esa profesión con el mundo mágico y descubrir cómo curar a un licántropo.


- Jamás pensé que había influido en tu decisión -comentó un asombrado Rhett.

- Influiste fuertemente, hermanito. Porque sabía que podía tener todo lo que quisiera, excepto a ti. Cuando estaba en Hogwarts me gustaba jugar a deslumbrar al resto. Tenía la apariencia, eso es innegable, pero también aprendí a ser una conquistadora. Gané admiración y odios, le quité el novio a un par de chicas, le rompí el corazón a varios. Mi primer amor lo tuve cuando ya estaba terminando Hogwarts, pero él me rompió el corazón como yo lo había hecho antes, dejándome porque fui solo un juego. Me dolió, pero aprendí mi lección y dejé de jugar… pero también dejé las relaciones en serio. Ya en medicina tampoco tenía tiempo para ello y hasta ahora no lo tengo, pero aún así siempre pensé en lo mucho que me hubiera gustado que estuvieras allí, para que me hubieras advertido lo que podía pasar, para que me dijeras que no era un juego que debía jugar. Me hubiese gustado contarte de mi primer beso, en un juego de la botella, fingiendo que había besado mil veces antes para que no se burlaran de mi. Me hubiese gustado contarte de mi primera vez, escondida en un salón abandonado de Hogwarts, cuando la pasión fue más fuerte que yo. Me hubiese gustado que fueras tú quién me consolara y dijera las palabras precisas el día en que me rompieron el corazón, pero me conformé con inventarme lo que dirías. No te había visto en mucho tiempo y no sabía si te vería nuevamente. Eventualmente regresaste a Irlanda, pero yo ya estaba en Oxford, tan preocupada de obtener buenas notas y tan resentida por tu distancia que simplemente no quise verte. Esta vez era mi oportunidad de demostrarte que no me interesabas, aunque dedicaba parte de mi tiempo libre a estudiar sobre tu maldición. Visitaba Diagon y compraba libros sobre criaturas, sobre enfermedades extrañas y sobre maldiciones los cuales intentaba hacerlos calzar con lo que sabía de medicina… pero no concordaba. Los libros mágicos no me mostraban nada de medicina muggle y los libros muggles nada sobre maldiciones mágicas. Me estaba frustrando porque nada tenía sentido, en ese momento ni siquiera tenía sentido el que estuviera estudiando medicina. Aquí es donde entra Claire, la recuerdas, ¿Verdad?. Claire había sido mi compañera de estudios desde primer año. Admito que yo ni siquiera la había visto al principio, era la imagen de lo que esperas en una nerd: cabello suelto, gafas enormes, delgada y demasiado callada, sin embargo ella sin proponérselo logró llamar mi atención. Solíamos sentarnos cerca y cada vez que el profesor preguntaba algo, ella susurraba la respuesta en su sitio. Si acaso yo contestaba lo mismo, a veces alzando la mano para responderle al profesor ella sólo me miraba y sonreía… era el tipo de chica que parece que la gente podía arrollarla, pero ella simplemente sonreiría porque era demasiado tímida para hacer otra cosa y ahí me di cuenta de que era tan amable que tenía que salvarla del mundo. Empecé a hablarla y luego empezamos a estudiar juntas. Antes de que me diera cuenta, éramos amigas de verdad, no solo una lealtad por conveniencia. Tenía un sentido del humor demasiado refinado para la mayoría de la gente, pero yo no era la mayoría así que me reía a carcajadas y además parecía conocerme como la palma de su mano. Empezamos a compartir nuestros secretos, todo excepto la magia, así que mientras que no se tratara de buscar una cura para la mordedura de hombre lobo, podía contar con ella para todo. Un año en que viniste me insistió con que quería conocerte, así que me obligó a llevarla a Irlanda un fin de semana que pasaste allí. Recuerdo ese fin de semana con una especial añoranza, pues fue maravilloso, tenía a mis personas preferidas en la misma casa. Yo pensé que ella sentía alguna especie de capricho por ti, pero luego me confesó de que lo había hecho sólo para obligarme a arrastrar el culo hasta Irlanda, porque así era ella. Me regañó de paso, diciéndome que era demasiado perezosa para hacer algo al respecto y tenía razón. Con Claire éramos casi inseparables. Los veranos, cuando ella estaba en Porth y yo en Irlanda solíamos textearnos todos los días, así me enteré de que estaba yendo al médico porque algo no iba bien. Había perdido mucho peso, no tenía apetito y la mayor parte de las cosas la hacían vomitar… bromeábamos con que tal vez estaba embarazada pues la última noche antes de las vacaciones la maquillé y vestí como si fuera una muñeca. ¡Se veía tan hermosa! Esa foto de allí -señaló una foto en el rincón- es de esa noche. Conocimos a un montón de gente y ella se fue con un chico y una caja de condones que había colado en su cartera… ojalá hubiese sido eso, pero los exámenes decían que no, que era algo delicado. Viajé a verla y estuve con ella el día en que le dieron el diagnóstico… cáncer de Páncreas avanzado, se había extendido a su estómago. Se quebró en mis brazos. Estuve con ella el día de su primera quimioterapia, pero no me dejó acompañarla más tiempo, yo tenía que volver a la universidad, ella me prometió que volvería al año siguiente… pero no pudo cumplir su promesa. El cáncer fue más fuerte… me culpé interiormente, requerí terapia, todo mi curso e incluso algunos profesores la requirieron. Tal vez si lo hubiésemos advertido antes, si en vez de usar paliativos para su dolor de estómago hubiésemos buscado la raíz ella estaría viva… ¿Cómo no pudimos hacer nada para ayudarla? Eramos una escuela de medicina y nadie lo advirtió a tiempo. Asistimos a su funeral, donde le llevamos la estola y el birrete para que sus padres supieran que en el corazón de todos quienes habíamos compartido con ella teníamos la certeza de que ella algún día sería una doctora, una fabulosa doctora. Tu volviste unos meses esa vez, pero mi dolor era tan grande que evitaba viajar, me encerraba en casa con libros y apuntes. Yo sabía que podía haber hecho algo por ella si lo hubiese advertido a tiempo… pero aunque no salvé a mi mejor amiga, aún puedo hacer mucho por otras Claires…

Se secó las lágrimas, había sido inevitable llorar al recordarla tan fuertemente. Su departamento tenía muchas cosas de Claire. Fotografías de las dos, una flor de papel que ella le regaló un San Valentín, unos CDs de música que había dejado en su departamento que Nat volvió a comprar para asegurarse de que esos se mantuvieran intactos.

- Tu fuiste mi motivación para estudiar medicina y realmente lo agradezco, estoy enamorada de mi carrera, pero ella es mi motivación actual. Trabajo por turnos en el hospital y aparte de eso me estoy especializando en oncología, por eso los apuntes revueltos, los libros de texto permanentemente en el mostrador, las horas en la computadora y la desesperación si acaso llego a tener un papel fuera de lugar. Siento si no soy la mejor compañía, pero tu y ella han marcado quiebres importantes en mi vida y por los últimos dos años no he tenido a ninguno de los dos.

Se abrazaron y se quedaron así bastante tiempo, Nat lamiendo sus heridas y Rhett preguntándose cuántas otras cosas se había perdido en su intento de no convertir la vida de ella en un infierno, sin percatarse de que con o sin él la vida podía ser igual o más infernal.

- Lo siento, por todo -dijo él.

- No lo sientas, arréglalo, hermano.

Rhett suspiró y se separó de ella. Tomó ambos vasos y caminó a la cocina donde puso la tetera, ahora le tocaba hablar a él así que fue por dos tés, aunque sabía que serían insuficientes ahora que le tocaba contar su propia historia.


 
Otros datos

Familia:
Xavier Poulsen. Padre muggle.
Aureliana Poulsen. Madre sangre pura.
Rhett Poulsen. Hermano mestizo.
Estatus Sanguíneo: Mestiza.
Mascota: -
Varita: Madera de espino, núcleo de fibra de dragón, 22 centímetros, fabricada por Ollivanders.
Asignatura favorita: Pociones.
Asignatura odiada: Defensa Contra las Artes Oscuras.
Boggart: Ella misma fracasando en todo.
Pasatiempos favorito: Leer, leer mucho, para así luego reírse de la ignorancia del resto.
Mayor aspiración: Encontrar la cura para el cáncer.
Otros:
No tiene tiempo ni corazón para una relación verdadera. Es demasiado práctica y cree que hay miles de cosas más importantes a las cuales dedicar el tiempo.

Odia las dietas, por eso es que el gimnasio es uno de sus mejores amigos.

Es sumamente vanidosa y por eso es una experta en tutoriales de maquillaje y también en las tendencias de la última moda tanto en ropa, como en accesorios.



 
Travesura Realizada


 


Última edición por Nat Poulsen el Dom Ago 13, 2017 2:44 am, editado 1 vez
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Nat Poulsen Empty Re: Nat Poulsen

Mensaje por Baúl Dom Ago 13, 2017 7:07 pm


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