Una nueva familia {Jane L. Penderwick}

Jane se quedó boqueando como un pez fuera del agua mientras Antoline le contaba sus planes de lo más campante. Estaba tan metido en sus ideas que la bruja no sabía cómo interrumpirlo ni cómo abordar el hecho de que ambos estaban en sintonías diferentes. Se llevó una mano a la frente como si quisiese comprobar que no estaba teniendo un sueño febril, mientras intentaba encontrar las palabras correctas, al tiempo que Antoline buscaba algo sus bolsillos. Jane lo observó primero con curiosidad, y luego con extrañada sorpresa, alzando las cejas y dando medio paso hacia atrás, como si le acabasen de ofrecer una droga ilegal.

Sin embargo, tras esta primera reacción dejó escapara una risita histérica que resumía lo bizarro de la situación.  
-Por Merlín, usted está lleno de sorpresas -se acercó al viejo y le tomó del brazo con suavidad para guiarlo hacia el sofá donde había estado sentado momentos antes, sentándose esta vez ella también a su lado. Lo miró manteniendo aquel esbozo sonrisa que no terminaba de expresar todo lo que sentía, pero luego se puso seria y tragó saliva con cierta dificultad.

-Antoline… -le nombró finalmente, sin soltar su brazo y mirándole a los ojos. Respiró profundo-. Hasta esta mañana jamás había imaginado que me encontraría en una situación como esta -empezó a explicarle-. Quiero decir, hace dos meses ni siquiera sabía si Cos… Iorwerth -se corrigió, pues era extraño mencionarle por su apellido hablando con su propio padre- seguía vivo, y antes de eso, estuvimos bastante distanciados. Siempre vi nuestra relación como algo netamente profesional, e incluso cuando dejé de ser su aprendiz oficialmente, nunca dejé de sentir que éramos dos eslabones de la misma cadena, pero en posiciones muy alejadas -admitió riendo entre dientes, y es que entre los aurores, pocas personas estaban al nivel de Cosmas.    

Sophie volvió a aparecer en su rango de visión en ese momento, y observó a ambos desde lejos con expresión de quien quiere ayudar, pero Jane le hizo un gesto amable con la cabeza dándole a entender que necesitaban más tiempo. La vendedora asintió con su característica sonrisa cordial y se alejó nuevamente. Los vestidos y todo lo demás podían esperar, ahora que había empezado a expresarse con claridad frente a Antoline, no quería dejar aquello sin concluir.

-Bueno, las cosas empezaron a cambiar cuando me mudé con ustedes y empecé a conocer cómo es el lobo en su guarida. Y, para serle sincera, ya no siento esa distancia inmensurable que existía entre nosotros, al menos, no del todo… -entrecerró los ojos por un instante, pensando que tal vez no sería tan fácil imaginar aquello que alguien externo no puede sentir. Cosmas había sido su mayor inspiración para convertirse en auror, decisión que tomó cuando aún estaba en Hogwarts, y nunca había dejado de admirarlo. Era como si recién descubriese el rostro que se ocultaba detrás del antifaz de superhéroe que quizás ella misma le había puesto. Un rostro que, a fin de cuentas, era un ser humano tal y como ella.

-Realmente me agrada -expresó con sencillez, refiriéndose a la situación de los últimos meses, y se encogió de hombros-. Sé que una parte de mí siempre seguirá considerándolo como un maestro, pero en estos meses descubrí otra faceta de él que antes desconocía, viendo como es con usted y… conmigo… -hizo una pausa con gesto pensativo-. Y es por eso que dije lo que dije esta mañana, porque siento curiosidad y me gustaría seguir conociendo a su hijo -poco a poco iba sintiéndose más ligera, pero sólo entonces se dio cuenta que en algún momento había soltado el brazo de Antoline para volver a jugar nerviosamente con sus propios dedos.

-Pero -continuó antes de que Antoline saliera con algún otro plan, y levantó la mano frente a ella indicando que aún tenía algo que decir -.Es una cita, Antoline. Pueden ocurrir muchas cosas, buenas y malas -sonrió con confianza, dando a entender que asumiría las consecuencias. -Pero pase lo que pase, será una situación que nosotros mismos tendremos que experimentar, sin planes prefabricados, sin expectativas de otras personas, y definitivamente, sin Amortentia -recalcó aquellas palabras con firmeza, pero también rio pues la ocurrencia de Antoline no dejaba de ser graciosa.

-Si usted está de acuerdo con eso… podemos seguir viendo vestidos -quedó expectante y tomó aire, dándose cuenta de lo bien que se había sentido poder al fin articularse con franqueza. Los sentimientos de Antoline eran lo último que quería lastimar, pero tampoco podía quedarse en silencio mientras el viejo diseñaba toda una línea de descendencia.

Jane apretó los labios al escuchar las preguntas iniciales de Antoline, dándose cuenta de que lo que le había dicho había tenido un efecto peor de lo que ella había imaginado. Luego fue él quien empezó a sincerarse, y cuando lo vio ponerse a llorar oyó de inmediato una vocecita sarcástica en su mente diciéndole “bien hecho, Jane, bien hecho, mira lo que has causado”. Observó a Antoline con cierto arrepentimiento, aunque era una imagen realmente difícil de tolerar para ella, que le había tomado demasiado cariño al viejo en el último tiempo. Lo dejó terminar, escuchándole con atención y olvidando por completo que se encontraban en medio de una lujosa tienda de ropa; estaba demasiado concentrada en entender la complejidad del asunto.

Por supuesto, Jane sabía que Cosmas llevaba una vida complicada, mucho antes de que el mundo que conocían se fuese a la mierda y antes incluso de que se refugiara en el alcohol. Pero si algo caracterizaba al irlandés era que siempre seguía adelante con una convicción inquebrantable, logrando todo aquello que se proponía él mismo o Dumbledore le encomendaba. Nunca le había visto flaquear, y la frialdad con la que actuaba la mayoría de las veces podía llegar a ser verdaderamente escalofriante. Intuía que tenía problemas, probablemente muchos más que la gente promedio, pero no había imaginado que detrás de ese temple de acero se encontraba la persona de la que hablaba ahora su padre.

Cuando Antoline se disculpó con ella, la expresión de Jane también se ensombreció.
-Oh, Antoline -le dijo con una mezcla de comprensión y tristeza, y se acercó hacia él para darle un abrazo que había estado conteniendo durante los últimos minutos. No lo soltó de inmediato, y se quedó en silencio por un momento, rodeándole con la firmeza justa y necesaria y pensando en todo lo que le había dicho. Luego se alejó de él lentamente y tomó una de sus arrugadas manos entre las suyas. Le habría gustado poder decirle que todo iba a estar bien, pero nadie sabía cómo se desarrollarían las cosas. La situación que estaban viviendo era sumamente delicada; un sangre sucia, una fugitiva y un carroñero coexistiendo bajo el mismo techo. Todo podía pasar, y sabía que Antoline era consciente de ello.

-Ahora entiendo de donde saca Iorwerth esa fuerza -dijo finalmente, y el intento de una sonrisa se dibujó en su rostro mientras secaba con su dedo pulgar una última lágrima del rostro de Antoline-. Usted no debería estar pasando por todo esto, y tampoco Iorwerth. De verdad lo siento -se lamentó con sinceridad-. No podemos revertir la situación, pero sé que podemos ayudar a Iorwerth a sanar. Y sí, escucharle hablar de niños no es precisamente el tema de conversación que esperaba antes de una primera cita con él -admitió ampliando su sonrisa al recordar la reacción de Cosmas esa mañana; claramente él tampoco había estado mentalmente preparado para salir con ella.

-Pero sé que usted sólo quiere lo mejor para su hijo. Y yo también -le aseguró con tranquilidad-. No sé qué ocurrirá mañana, ni en un mes o un año. Pero hoy tengo una cita con Iorwerth y quiero que todo salga bien. Si me lo hubiese dicho hace un tiempo atrás no me lo habría creído. Y a pesar de todo, aquí estamos -rio por lo bajo-. Incluso para construir un castillo hay que empezar con una primera piedra, ¿no le parece?

Muchos años de vida separaban a Jane de Antoline, y las experiencias -o falta de estas- que ambos habían tenido hasta el momento habían moldeado a dos personas bastante diferentes, pero lo que los unía era que eran las únicas personas que realmente se preocupaban por Iorwerth en esos momentos.

-Y sé que ninguno de nostros está en posición de asegurar nada, pero mientras viva con ustedes, haré todo lo que esté a mi alcance para que no le ocurra nada ni a usted, ni a Iorwerth. Lo prometo -en esos momentos no estaba segura de cómo lo lograría, pues era precisamente Iorwerth quien más riesgos corría, jugando con su vida cada día que salía a cumplir alguna de las tareas que le encomendaban. Pero Jane nunca había sido de planificar demasiado las cosas; aquello lo compensaba con su convicción.

Se sintió más tranquila al ver que Antoline volvía a sonreír. Lo que menos quería era herirle, pero tampoco quería dejar de ser sincera con él. Cuando mencionó el hecho de que Cosmas apenas pasaba tiempo en casa Jane se quedó sopesando sus palabras. Era cierto que el ex-auror hacía todo lo que fuese necesario para pasar como uno más dentro de las filas enemigas, todo parte de su plan, y eso incluía involucrarse en actividades que se salían del código moral de la mayoría de la gente. Jane sabía que Cosmas no esperaría la aprobación de nadie para cumplir con su misión, y por eso ni siquiera había intentado disuadirlo, pero ¿podría realmente conseguirlo si se lo propusiera?

Antes de que pudiese darle más vueltas al asunto Sophie se acercó a ellos nuevamente, y Jane la miró sorprendida por un instante, como si hubiese olvidado a lo que habían venido. Por suerte, la vendedora parecía entender la situación y volvió a dejarlos a solas. Jane volvió a observar a Antoline, escuchando sus preguntas mientras tomaba aire. Dejó escapar una breve risa cuando el viejo le preguntó si acaso quería proteger a Cosmas sólo por él, y se apresuró en responderle.

-Nunca quisiera ser yo quien le rompa el corazón, Antoline -le dijo con franqueza, pero sin dejar de sonreír-. Pero no, no es por eso. Creo… Creo que he estado sintiendo algo más por él desde que volvimos a encontrarnos -confesó mientras sentía por primera vez ese día cómo la sangre se concentraba en sus mejillas; nunca había hablado del tema con alguien más, y en los últimos meses ni siquiera se había permitido pensar demasiado en ello pues temía estropearlo todo.

-Por supuesto, no tengo idea de si Iorwerth piensa lo mismo, pero supongo que no habría aceptado salir conmigo si no quisiera -continuó con cierto nerviosismo mientras se rascaba la nuca-. Usted sabe que la situación es compleja. Conozco a Iorwerth desde que estaba en Hogwarts, él me vio convertirme de niña a adulta, de aprendiz a auror, pasando ambos por situaciones difíciles, momentos incómodos, y todo lo que es parte de trabajar juntos. Pero ahora, por primera vez, ya no somos nada de eso. Somos dos personas tratando de sobrevivir en un mundo que se ha puesto de cabeza, sabiendo que ahora conocemos el lado más fuerte, pero también el más vulnerable de cada uno.

Se detuvo para procesar lo que estaba diciendo, escucharse en voz alta le estaba ayudando a darse cuenta de sus propios sentimientos, aunque fuesen aún difíciles de entender.

-Puede que la cita de hoy termine siendo un desastre -se llevó las manos a la cara, cubriéndosela por un momento mientras respiraba profundo-. Pero, ¿qué tal si no? -volvió a mirar al anciano-. ¿Qué tal si en realidad descubrimos que podemos ser algo más que… lo que sea que somos ahora? -la presión que Jane sentía no era precisamente por Antoline, sino por la alta estima que le tenía a su hijo. No quería perder el respeto ni la confianza mutua que habían construido a lo largo de los años, pero estaba dispuesta a arriesgarse en esa cita.

-Esta será una situación completamente nueva, tanto para mí como para Iorwerth. Aún no nos conocemos de esa forma. Y creo que ninguno de los dos puede prometer nada… pero podemos intentarlo. Al menos, yo quiero intentarlo.