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Mensaje por Iorwerth Cosmas Mar Mayo 30, 2017 4:27 pm

Una nueva familia {Jane L. Penderwick} WRmDmSY
Sábado 25 de Marzo - The Rebel Base


El día apenas comenzaba e Iorwerth acababa de llegar a casa por medio de la aparición. Como todos los sábados, aquel día lo tenía libre y eso significaba que en realidad también algo ocupado, por lo que apenas se pasaría por casa. Todo estaba en silencio, al parecer ninguno de los habitantes de la morada despertaba todavía, excepto por el gato, Jabba the cat, quien no tardó en correr silenciosamente hasta enrollarse en las piernas del irlandés soltando un agudo maullido.

El profesor se agachó para acariciarlo y luego revisar si tenía comida y también limpiar su caja de arena, antes de lavarse las manos y ponerse a preparar el desayuno, como lo hacía cada vez que estaba temprano en casa, ya que los días que no, su padre solía prepararlo para Jane.

Eran ya las 8:30 cuando sintió la ducha correr, por lo que supuso que su padre se estaba levantando, así que se apresuró en terminar de cortar los vegetales para preparar un muy delicioso omelette, el cual ya estaba cocinando cuando Antoline bajó por las escaleras.

—Hola papá.

—Hola hijo.

Se saludaron mutuamente a la distancia, para luego acercarse y darse un pequeño abrazo y un beso en la mejilla como siempre solían.

—Mmmnn… Omelette, yummy yummy —dijo Antoline sobándose la panza —. Voy a despertar a Janecita para que baje a tomar desayuno.

—No, papá, déjela dormir. Es temprano.

—Pero se le va a enfriar.

—Lo puede calentar, no es una niña chica, déjela dormir. Venga a sentarse.

Le llamó Iorwerth, poniendo el omelette y patatas doradas, en un plato, sobre la mesa, en el puesto que siempre ocupaba Antoline, pero el anciano, seguía queriendo subir las escaleras, por lo que el ex-auror fue a tomarlo de un brazo, para conducirlo hasta la mesa.

El peliblanco comenzó a comer, mientras su hijo preparaba un segundo omelette para él, cuando el mayor de los magos se puso de pie una vez más y se dirigió hacia las escaleras, por lo que el profesor le miró con un poco de frustración.

—Papá…

—Sí, sí… Se me olvidó algo, ya vengo.

—Use su varita.

—Bah.

Dijo Antoline moviendo una mano para restarle importancia mientras subía las escaleras e Iorwerth suspiraba mirando al cielo, pidiendo por paciencia. Por supuesto, sabía que Antoline no iba a buscar nada suyo, sino a Jane, y no se equivocó cuando el anciano se coló silenciosamente por el pasillo, como un chiquillo haciendo travesuras, para ir a golpear la puerta de Jane.

—Janecita, el desayuno está listo. Apúrese para que no se le enfríe jijiji.

Sonrió y sólo entonces bajó a comer feliz y satisfecho.
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Mensaje por Jane L. Penderwick Miér Mayo 31, 2017 2:50 pm

Jane se encontraba en medio de un emocionante partido de Quidditch. Llevaba puesto el uniforme oficial de los Caerphilly Catapults, pero no estaba jugando en un estadio profesional, sino en las canchas de entrenamiento de Hogwarts. Llevaba un bate de golpeador en la mano, pero también acababa de pasarle la quaffle a otro jugador. Pequeños detalles que no tienen sentido en los sueños. Se hallaba a varios metros sobre el suelo, montada en su escoba, cuando algo dorado pasó volando frente a sus ojos.

-¡Snitch! -exclamó al tiempo que despertaba de su sueño, justo cuando el ruido de unos golpecitos en la puerta de su habitación llegaba hasta sus oídos-. Mierda -masculló esta vez en voz baja, y levantó la cabeza en busca del reloj que yacía en la mesita de noche, creyendo que ya se le había hecho muy tarde. Sin embargo, su mirada seguía aún demasiado borrosa como para reconocer qué hora era.

-¡Bajo en seguida! -respondió a las palabras de Antoline. En la casa de los Cosmas no le habían puesto ninguna regla respecto al horario de las comidas, pero Jane siempre prefería sentarse a la mesa con Iorwerth y Antoline. Por eso no le gustaba despertar mucho más tarde que ellos, no porque fuesen a decirle algo, sino porque para ella era como una falta de respeto hacia las personas que tan amablemente le habían abierto las puertas de su hogar. Así que se incorporó, se sentó al borde de la cama y se frotó los ojos mientras bostezaba.

Luego se calzó las pantuflas y se cubrió con una bata antes de dirigirse al baño. La ducha tendría que esperar hasta después del desayuno, pues quería bajar a comer cuanto antes. Se mojó la cara, se lavó los dientes e intentó ordenarse el cabello lo mejor que pudo, aunque sin mucho éxito. Finalmente bajó para dirigirse hacia la mesa donde Antoline e Iorwerth ya estaban sentados, y les dedicó a ambos una radiante sonrisa que contrastaba bastante con su cabello despeinado y su cara de recién despertada.

-Buenos días -les saludó mientras tomaba asiento al lado de Antoline y al frente de Iorwerth.
-Gracias por despertarme -dijo después mirando al anciano-. No me habría gustado perderme de este desayuno. Huele delicioso -añadió tomando un cuchillo y tenedor mientras miraba a Iorwerth, pues sabía que había sido él quien había preparado la comida. Cortó un pedazo del omelette que tenía en el plato y empezó a comer mientras se servía una taza de café, pues hasta que no bebiera un poco de eso su día no empezaría oficialmente.

-¿Qué tal ha estado tu semana? -preguntó a Iorwerth tras un momento-. ¿Hay novedades en el Ministerio? -lo observó con cierta expectación, pues debido a como estaba la situación en la comunidad mágica, si había novedades solían ser malas noticias. Esperaba que no fuera el caso. Desvió la mirada hacia una de las ventanas y una leve sonrisa se dibujó en sus labios al distinguir el sol brillando afuera, acompañado del canto de algunas aves.

-Parece que la primavera ha llegado al fin -comentó con cierto alivio. Después de todo lo que había ocurrido desde noviembre, el invierno se le había hecho eterno-. ¿Algún plan para hoy? -preguntó dirigiéndose a los dos Cosmas.
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Mensaje por Iorwerth Cosmas Jue Jun 01, 2017 1:01 pm

Cuando escuchó la voz de Jane diciendo que bajaría enseguida, Antoline rió una vez más, como niño que acababa de cometer una enorme travesura a espaldas de sus padres. Bajó feliz, sintiéndose absolutamente realizado y satisfecho, y no dudó en mostrar aquella orgullosa y traviesa sonrisa a su hijo, a quien no le fue necesario preguntar por lo que acababa de hacer, así que sólo le miró y con una paciencia única (de esas que sólo tenía con aquellas personas que en su vida ya importaban demasiado), suspiró y sonrió meneando la cabeza, mientras ya cocinaba el tercer omelette.

Ya vienedijo el anciano, quien no se aguantó de presumir su hazaña.

Ya lo sérespondió su hijo ya sacando el tercer omelette.

Ohagregó Antoline con un poco de decepción.

No entendía el mayor, cuando era que los papeles se habían dado vuelta, él que creía sabérselas por libro, ya era incapaz de ocultarle algo a su hijo. Y le causó tanta nostalgia en pensar como es que había pasado el tiempo, que pudo sentir como la garganta se le apretaba al tragar, por lo que tuvo que beber un poco de su vaso de zumo de naranja.

Iorwerth se sentó a la mesa y se dio cuenta de la mirada triste y perdida de su padre, pero en lugar de preguntar nada, pues ya sabía que siempre obtendría la misma respuesta de “Nada, nada”, se concentró en la mente del anciano y entró a ella por Legeremancia y lo que vio dentro de ella le hizo sonreír. Salió de inmediato y es que aún respetaba la privacidad de su padre y sólo quería saber si debía preocuparse o no.

Cuando Jane bajó, ellos apenas habían comenzado a comer, pero aún así, Iorwerth se puso de pie inmediatamente para servirle en un plato caliente y también traer a la mesa, ante ella, un jarrón de café recién filtrado, pues Jane era la única que bebía café. Antoline era igual de atento, pero un poco más desorganizado, él simplemente preparaba todo de una vez y lo servía todo junto, aun cuando no estuvieran todos en la mesa aún, pues no le gustaba pararse nuevamente, pero Iorwerth servía todo fresco y caliente, tal como solía hacerlo su madre.

Buenos días, Janecita.

Saludó el anciano con una nueva sonrisa, la cual incrementó de tamaño cuando ésta le dio las gracias por haberla despertado. Lo que también le hizo mirar a su hijo con expresión ganadora, quien le regresó la sonrisa, meneando la cabeza con mucha paciencia.

Buenos días, Jane dijo mientras dejaba el plato delante de ella.

Iorwerth se sentó frente a la muchacha y retiró la bolsa de su té para dejarla a un costado de la taza y retomar su comida, mientras escuchaba las preguntas de Jane, por lo que no fue necesario estarle mirando para comprender que las preguntas iban dirigidas a él, pero aún así, le miró mientras tragaba por educación.

Diría tranquila, pero la verdad es que el humor de Rodolphus está bastante sensibleinmediatamente miró a su padre, quien arrugó ligeramente el ceño al escuchar el nombre de aquel mago , desde la fuga masiva de sus prisioneros que ha doblado la seguridad en Hogwarts y está cada vez más estrictovolvió a mirar a Jane —. Por eso es que mis planes para hoy son precisamente salir a capturar a los mismos niños que yo ayudé a escapar. Es la tarea que me encomendaronse explicó antes de llevarse un nuevo trozo de omelette a la boca.

¿Saldrás con Stella?preguntó Antoline.

Probablemente.

El anciano dejó caer su tenedor sobre el plato y juntó sus manos con fastidio, entrelazando sus dedos y desviando la mirada hacia cualquier parte de la casa en donde no hubiesen dos ojos mirándole.

De verdad no me gusta que salgas con esa niñita, no me gusta nada para ti. Jugó contigo, te mintió, mordió a tu esposa…

Lo sé, papá, lo sébebió un poco de su té y le miró . Pero no estoy en condiciones de negarme a asistir a sus misiones.

Sí lo estás, lo que quiere esa niñita es mantenerte dominado y seguir jugando contigo como si esa relación no hubiese acabado.

¿Y qué quiere que le diga, papá? ¿Qué no puedo seguir más su juego porque soy un hombre decente? Ningún carroñero es un hombre decente.

Ya… Lo entiendo, y ellos también deberían conocerte un poco, jamás has sido un hombre de muchas mujeres, si acaso tuvieses novia, una novia decente, ella tendría que entender que no puedes seguir siendo su juguete. Además, yo ya me estoy poniendo viejo y aún no consigo ningún nieto, Ior… Y sí, por supuesto que quiero ver y disfrutar de mis nietecitos antes de morir, pero no quiero que vengan de ella, de esa… de esa cosa de mujer.

Iorwerth sonreía levemente, mientras mantenía la mirada fija en su plato, intentando disimular su sonrisa para no llegar a ofenderle.

¿No vas a decir nada?

Ya no hay mujeres decentes, papá, no en los lugares que yo frecuento al menos.

¡¿Cómo que no?! ¿Y Janecita qué?

Entonces Iorwerth ya alzó la mirada, sin poder disimular mas su sonrisa y miró a Antoline directamente.

Fugitivas, papá. ¿Cómo les explico que estoy saliendo con una fugitiva, uh? Además, Jane estaría más interesada en salir primero con un gorila que con alguien como yodijo ya echándose a reír.

Eso no es cierto negó Antoline, antes de mirar a Jane , a Janecita le gustan los hombres valientes, fuertes y decentes ¿no es así Jane?

Ese es el problema, papá, yo no soy decente… ¿Me pasa la sal, por favor?

Pero… ¿Cómo que no eres decente? ¡Por supuesto que mi hijo es decente!

Papá…

¿Qué?

Mire eso.

Iorwerth señaló hacia una de las esquinas y cuando Antoline miró, entonces el ex-auror extendió su mano y sin la varita en ella, conjuró un ‹‹Accio›› no verbal, para que la sal llegase a su mano y entonces guiñarle un ojo a Jane para que se quedase callada, mientras Antoline volvía a mirarle.

¿Qué mire qué?

Nada, era sólo el gato que salió corriendo.

Oh…Antoline volvió a tomar su tenedor y entonces miró a Jane ¿Cómo le gustan los hombres a Janecita? ¿No tienes alguna otra amiga decente que no esté de fugitiva de la ley?

Iorwerth entonces comenzó a reír en silencio, intentando con todas sus fuerzas que no se le escapase la carcajada o sabía su padre se sentiría ofendido, por eso intentó taparse la risa con su mano, y cuando Antoline miró, escondió su rostro detrás de la taza, hasta lograr calmarse.
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Mensaje por Jane L. Penderwick Jue Jun 01, 2017 1:03 pm

La expresión de Jane se apesadumbró por un momento, luego de escuchar lo que Iorwerth tenía pensado hacer esa tarde, y es que aunque no conociera a los alumnos de los que hablaba, no podía evitar recordar sus propios días como estudiante en Hogwarts y preguntarse cómo habría reaccionado ella en la situación que estaban viviendo actualmente. Le daba lástima por los niños y sobre todo por el colegio, ese que había considerado su segundo hogar por tantos años, un sitio lleno de risas y buenos recuerdos donde ahora se cernía la oscuridad y el miedo. Se llevó otro pedazo de omelette a la boca para intentar no pensar demasiado en eso, y lo cierto es que ayudó. El desayuno estaba tan bueno que borró la preocupación de su rostro.

La mención de Stella hizo que Jane siguiera la pequeña discusión que se había formado entre padre e hijo mirando primero a uno y luego al otro a medida que hablaban, como si se tratase de un partido de quidditch donde los jugadores se pasaban la quaffle una y otra vez. Tomando su taza de café, asintió cuando Antoline empezó a decir lo que pensaba sobre Stella, pues compartía por completo su visión. Ella también hubiese dicho algo al respecto de no ser porque sabía por experiencia propia lo irritante que podía ser que alguien te diga lo que ya sabes, y peor aún, que lo hagan dos personas a la vez, así que prefirió beber un trago de café y guardar silencio. Sin embargo, le dedicó una mirada a Iorwerth que claramente decía "tu padre tiene razón".

Lo complicado de la situación, sin embargo, era que el ex-auror también estaba en lo cierto. No había mucho que pudiese hacer en esos momentos, negarse a los mortífagos podía costarle caro. En eso estaba pensando, con la taza de café entre las manos, cuando el mayor de los Cosmas empezó a hablar sobre novias y nietos y Jane comenzó a sentirse un tanto fuera de lugar, como si estuviese interrumpiendo una conversación familiar importante. Miró hacia otro lado y fingió que se concentraba en los pájaros que volaban tras la ventana, mientras seguía bebiendo su café, hasta que Antoline la nombró. Aquello hizo que volviese a mirar al anciano rápidamente, un poco sorprendida y sobre todo enternecida de que la considerase una mujer decente.

Sonrió inevitablemente, pero aquel gesto duró sólo hasta que escuchó la respuesta de Iorwerth. Entonces fue a él a quien miró con curiosidad, y sin echarse a reír como él lo había hecho. Mantuvo la mirada seria mientras la conversación seguía, y se extrañó un poco al escuchar lo que su antiguo maestro pensaba sobre sí mismo. Vale, que los actos de Cosmas no eran precisamente propios de un caballero en brillante armadura, pero el concepto de decencia podía ser relativo y flexible, pensaba ella. Sopesó aquellas ideas durante algunos segundos hasta que Antoline se distrajo y su hijo aprovechó para convocar el salero con magia, lo cual finalmente le hizo menear la cabeza y reír por lo bajo, tanto por la actitud de Iorwerth como de Antoline.

Se estaba llevando otro pedazo de omelette a la boca cuando el mayor volvió a dirigirse hacia ella, y su pregunta hizo que le mirase aún con la boca abierta y el tenedor en el aire. El trozo de omelette cayó de nuevo a su plato con un sordo "paf" que finalmente cortó el silencio que se había formado durante un segundo, y Jane parpadeó un par de veces con cierto desconcierto mientras bajaba la mano con la que cogía el tenedor ahora vacío.
-¿Yo? -preguntó tontamente, como si hubiese alguien más a quien Antoline pudiese haberse dirigido-. Bueno.... -se rascó la nuca y frunció el ceño levemente, como si acabasen de hacerle la pregunta más difícil del juego "¿Quién quiere ser millonario?", y desvió la vista hacia Iorwerth como si esperase que él le soplase la respuesta.

Verlo reír sólo hizo que se confundiera aún más, y aquella escena le recordó a todas aquellas comidas en casa, en las que alguno de sus hermanos trataba de no atragantarse de la risa cuando a Jane le llegaba un reproche de su madre o una pregunta verdaderamente incómoda. Cuando se trataba de sus hermanos, una patada por debajo de la mesa bastaba para hacerlos callar, en cambio cuando miró a su antiguo maestro tuvo que hacer un esfuerzo por no contagiarse de su risa, pues le parecía que Antoline había sido bastante serio con su pregunta y no quería ofenderlo de alguna forma. Aún así, sus labios se torcieron en un gesto indeciso.

-Creo que podría nombrar varias características -se decidió finalmente, volviendo su mirada hacia Antoline-. Por ejemplo, que tenga sentido del humor, porque me encanta reír, que sepa pensar fríamente, porque a mí eso no se me da muy bien, que sepa cocinar, porque adoro comer... y la lista podría seguir, pero no tendría sentido -sonrió-. Porque cuando alguien te atrae de verdad, todos los deseos o exigencias absurdas que podrías haber tenido sobre tu pareja ideal desaparecen. Uno no planea enamorarse, simplemente lo hace, y no de las cosas que alguien pueda ofrecerte, sino de cómo es esa persona contigo -concluyó alzándose de hombros con sencillez, pues pensaba que aquello resumía bastante bien lo que pensaba al respecto-. Ustedes saben a lo que me refiero, ¿verdad? -pasó la mirada de Antoline a Iorwerth. Ambos habían estado casados con mujeres que amaban y suponía que la entenderían.

Se preguntó internamente si lo que había dicho podría haber sonado como una cursilería estúpida a oídos de los Cosmas, a fin de cuentas ambos eran mayores que ella y tenían bastante más experiencia. Sin embargo tampoco era como si aquello le preocupase demasiado.
-Me temo que todas las personas decentes que conozco o bien son fugitivas, o bien están llevando una vida de mentira -continuó después, respondiendo a la otra pregunta de Antoline-. Creo que la decencia y el apoyo al Señor Tenebroso no son dos cosas compatibles.

Volvió a bajar la mirada hacia su plato, haciendo como si cortase lo último que le quedaba del desayuno, aunque más bien estaba jugando con su tenedor, pues había algo que le había dejado pensando y Jane no era de las que se refrenaban a la hora de preguntar.
-¿Saldrías conmigo si no fuese fugitiva? -preguntó tras varios segundos de silencio, volviendo a alzar la vista hacia Iorwerth.
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Mensaje por Iorwerth Cosmas Jue Jun 01, 2017 1:07 pm

En medio de la discusión con su padre, su mirada se cruzó con la de Jane en algún momento, por lo que pudo ver claramente su cara de “Tu padre tiene razón” la cual le hizo resoplar nasalmente y tragarse las tremendas ganas de escribir a Jane un cartel enorme que dijera “No me estás ayudando NADA”.

Mas tarde, por fin la discusión parecía decaer y orientarse a otro punto lejano a él, precisamente a Jane a quien Antoline le preguntó por como le gustaban los hombres, lo que hizo que Iorwerth volviera a sonreír. Ya sabía lo molesta que podía llegar a ser ese tipo de preguntas, así que ¿por qué no disfrutarlo? Pero la cara de Jane y el hecho de que además se le cayese la comida de regreso al plato, fue lo que le provocó verdaderas ganas de soltar la carcajada. Tuvo que incluso morderse uno de sus dedos para no echarse a reír de lleno y que su padre se sintiese ofendido. Maestro y discípula se miraron por un momento, Iorwerth riendo en silencio y Jane intentando no reír por su culpa, hasta que la finalmente la chica se decidió a hablar.

Iorwerth tiene sentido del humorsaltó inmediatamente Antoline, haciendo que su hijo se mordiese los labios para mirarle con cara de “Usted está loco”, pero el mayor ni se inmutó No se habría vestido de leprechaun con barba larga y todo para el día de Saint Patrick si no. También sabe pensar fríamente, por eso llegó hasta donde llegó ¡Orden de Merlín Primera Clase! Eso no lo gana alguien poco organizado. Y también sabe cocinar, lo hace cada vez que está en casa y su comida siempre es excelente. Tiene un enorme corazón ¿cómo tendría ese gato tan feo si no? Ha sido capaz de dejarse golpear y cortar en pedazos para continuar la misión que Albus le dejó, y además tiene fertilidad asegurada.

¡Papá!saltó Iorwerth que hasta se momento sólo se había dedicado a mirarle y reír en silencio.

Bah, que no te avergüences, hijodio un par de manotazos al air para restarle importancia y se giró de nuevo a Jane —. Cuando Ella y él no podían tener hijos…

Papá, suficiente…

Ambos tuvieron que hacerse pruebas de fertilidad

Papá, por favor… Jane no necesita saber eso

Ellita tenía problemas por su depresión, pero Ior

Papáaaaaaaaa

Iorwerth acabó suspirando y meneando la cabeza mientras se sujetaba la frente con una de sus manos. Sí, lamentablemente ya sabía perfectamente bien sus problemas de fertilidad asegurada, tenía dos hijas secretamente esparcidas por el Mundo para demostrarlo, aun cuando las dos venían de la misma mujer, pero que su papá ya se pusiera a ventilar aquellas cosas delante de su discípula y antigua compañera de trabajo, era como para encerrarlo en un asilo de ancianos.

Y sí, por supuesto, que lo entiendo Janecita, uno no planea enamorarse, simplemente sucede y cuando uno se enamora es que se va a dando cuenta de que hubieron cosas que uno nunca supo que le gustaban hasta que las ve en esa otra persona.

El ex-auror miró a su padre alzando una ceja y luego asintió con la cabeza, antes de mirar a Jane, y por primera vez durante esa mañana, ambos hombres parecían estar de acuerdo en algo y es que como bien sabía la bruja, ambos se habían enamorado.

Antoline bajó la cabeza con notoria decepción cuando Jane dijo que no conocía ninguna amiga decente que no fuese fugitiva o que no viviese una vida de mentira. Sabía que tenía razón con que sería tal vez imposible encontrar a alguien libre de ese modo, por lo que incluso llegó a suspirar con un poco de tristeza, y eso hizo que su hijo le mirase hasta con una pequeña gota de dulzura. Después de todo, ese anciano que muchas veces se comportaba como niño, era su padre, y por ello hasta le acarició la espalda un par de veces, antes de volver a comer. Así, Iorwerth ya comenzaba a disfrutar su omelette cuando Jane le preguntó si acaso saldría con ella si no fuese fugitiva, por lo que el irlandés casi se atragantó.

¡Por supuesto que saldría con usted, Janecita, si usted es preciosa!respondió Antoline, mientras su hijo tosía y se llevaba un poco de jugo de naranja a la boca para pasar la comida Usted es una chica decente, bonita, de buen corazón, simpática, inteligente, puuuufff… Usted podría tener al hombre que quisiera a sus pies.

Iorwerth se calmó un poco, pero aún mantenía una mano por delante de al boca, mientras escuchaba a su padre hablar maravillas de Jane, hasta que por fin este se dignó a guardar silencio y él miró a la bruja quien aún parecía estar esperando su respuesta.

Te refieres a… ¿una cita?esperó a que ella se lo confirmase, mientras Antoline le miraba fijamente Supongo… Síagregó al final con más seguridad Tal vez no cuando recién te conocí, porque siempre te vi muy niña, con demasiadas cosas que aprender, pero ahora eres una mujer hecha y derecha que… la verdad… ha crecido mejor de lo que esperaba.

El irlandés sonrió y su padre le dio unas fuertes palmadas en a espalda, antes de coger su mano y tomar también la de Jane, mirándoles del uno al otro.

Entonces ustedes dos van a tener una cita, esta nochesonrió el anciano —. Yo mismo me encargaré de prepararles un traslador a donde nadie les moleste, donde Janecita pueda caminar por la calle sin temor de ser reconocida, ya verán como se divierten.
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Mensaje por Jane L. Penderwick Jue Jun 01, 2017 1:08 pm

Le causó gracia que Antoline empezar a vincular las características que ella acababa de nombrar con las de su hijo, por lo que torció levemente la cabeza y sonrió de lado mientras asentía al darse cuenta de que lo que el viejo decía tenía sentido, y ella nunca se había detenido a considerarlo en detalle. Sin embargo, su expresión cambió ante la mención de la fertilidad asegurada; entonces sus cejas se alzaron y su sonrisa desapareció al tener que morderse los labios. Ahora era ella quien intentaba no reírse debido al inesperado rumbo que había tomado la conversación y a la reacción de los dos Cosmas. Se cubrió la boca con el dorso de la mano mientras los observaba, pero el movimiento de sus hombros probablemente delataba sus intentos por contener la risa.

Carraspeó para recomponerse y volvió a recuperar la seriedad para asentir ante las siguientes palabras del mayor de los Cosmas. Al menos en el tema de enamorarse parecían coincidir los tres. Luego, al ver cómo Iorwerth casi se atraganta, no pudo evitar cuestionarse si acaso hubiese sido mejor morderse la lengua y no hacer aquella última pregunta, pero es que a Jane nunca le había gustado quedarse con la curiosidad sobre algo si podía evitarlo. Observó al mago torciendo los labios en un gesto de duda, pero antes de que pudiese añadir algo o disculparse si es que la pregunta que había hecho estaba fuera de lugar, Antoline volvió a interceder. Le pareció divertido que fuese él quien respondiese antes que su hijo.

-Oh, por favor Antoline, no siga o hará que me sonroje -bromeó riendo entre dientes al tiempo que hacía un gesto exagerado con la mano, y es que en realidad Jane no era de las que se avergonzaban fácilmente. Iorwerth parecía haberse recuperado de su sorpresa inicial y para alivio de Jane no se había puesto morado, lo único que faltaba era que además de causarle un incoveniente terminase asfixiado por su culpa. Sin embargo, no pareció tomárselo a mal como ella había interpretado en un principio, y cuando le preguntó si se refería a una cita, Jane simplemente asintió en silencio. En realidad, le daba igual como lo definiese, pues eso era a su parecer lo que menos importaba.

Tras las siguientes palabras de Iorwerth, Jane también sonrió. Y esta vez no fue una sonrisa de diversión, sino de complacencia, pues sabía bien que su mentor no era de las personas que iban por ahí repartiendo cumplidos a la gente. De hecho, tal vez esa era la primera vez que escuchaba algo así dirigido hacia ella, por lo que lo consideraba un detalle importante. Sentir la mano de Antoline sobre la suya hizo que cortara el contacto visual con Iorwerth para concentrarse ahora en el anciano, quien otra vez se adelantaba y nuevamente le hacía reír por lo bajo. No podía negar que le sorprendía el giro que había tomado la situación, pues jamás habría imaginado que llegarían al punto en el que se encontraban durante un desayuno común y corriente.

-Antoline... -empezó a decir Jane apoyando su otra mano sobre la del viejo mago, quien parecía estar realmente entusiasmado con la idea que acababa de sugerir. Se interrumpió para mirar a Iorwerth fugazmente, pues lo último que quería era que surgiera una circunstancia incómoda para él de todo aquello. Pero... él mismo había dicho que sí, así que la propuesta de Antoline no iba en contra de la voluntad de nadie, ¿no? No había motivos para negarse, entonces. Finalmente le sonrió.
-Bueno, si está bien para ti, está bien para mí -dijo volviéndose hacia Iorwerth por un instante, a fin de cuentas, era él quien solía estar más ocupado-. ¿A dónde iremos? -se dirigió al anciano nuevamente, manteniendo aún la sonrisa. Un momento, ¿en serio iba a tener una cita con Iorwerth Cosmas?
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Mensaje por Iorwerth Cosmas Jue Jun 01, 2017 1:11 pm

Ajajajaja… Pero no se sonroje, Janecita, si es la verdad. Usted es estupenda.

Continuó adulándole Antoline hasta que su hijo finalmente se dignó a hablar y responder a Jane su pregunta de si acaso saldría con ella si es que no fuese fugitiva. La verdad, es que que fuese fugitiva era de lo de menos, Jane era su discípula, su amiga y jamás se le había pasado siquiera por la cabeza el contemplarla a ella como una cita. Pero, cuando tuvo que obligarse a pensar en ello, no pudo encontrar ningún motivo coherente para decir que no. Jane ya no era su discípula, era una bruja madura, que había demostrado que el pasar de los años había sido sumamente favorable y hasta había dejado a los Aurores. Si lo pensaba fríamente, Jane tendría todas las cualidades que él buscaría en una mujer, es sólo que… era Jane.

Comenzó a responder algo inseguro, pero luego se dio cuenta que eso podría sonar como un insulto para la chica, así que intentó poner mayor seguridad en sus palabras y terminó por dar su respuesta, la cual pareció satisfacer a la chica, por lo que él también sonrió y alzó los hombros, pensando que ya todo había acabado ahí. Iba a terminar su taza de té, cuando su padre le tomó la mano, por lo que se interrumpió para mirarle y poner cara de “¿Qué?” cuando éste comenzó con que ambos tendrían una cita, ese mismo día.

Pensé que esto era…“un supuesto, en caso de que ella NO fuera fugitiva, y lo es”. Iba a agregar.

Pero su discípula respondió diciendo que si estaba bien para él, también lo estaría para ella, por lo que su mirada pasó de la chica a su padre, aun con la boca algo abierta, y luego de su padre a la chica en donde finalmente hizo un gesto de aceptación y se llevó la taza de té a la boca, ya que sentía que necesitaba beber algo.

De pronto comenzaba a sentirse nervioso ¡Él! ¡Iorwerth Cosmas! ¡Auror! ¡Treinta y seis años! ¡Nervioso! Jamás en su vida había tenido una cita, ni siquiera con su esposa, ni con Stella, ni con Katherine, ni con nadie, e iba a tener su primera… ¿Con Jane L. Penderwick?

Carraspeó de nuevo y se soltó del agarre de Antoline para ponerse de pie, necesitaba salir de se lugar lo antes posible o no sabía como más iba a reaccionar, pues de un momento a otro sentía que llorar por nada o reír por nada, eran alternativas absolutamente plausibles. Así que recogió los platos sucios y se los llevó a la cocina en donde les echó un rápido hechizo para fregarlos con magia, mientras Antoline le dedicaba una mirada fugaz, para luego usar sus dos manos para tomar las de Jane.

Greciale respondió con una sonrisa —. Ahí fue donde le pedí matrimonio a Feliciadijo aquello mirando a su hijo, y luego nuevamente se giró hacia Jane —. Es tan romántico, místico ¡maravilloso!

Tengo que irme.

No te has lavado los dientes.

Tengo cepillo en mi morral, lo haré allá. ¿A qué hora debería estar aquí?

Poco antes de las cuatro PM, Mykonos está dos horas adelante.

Okay.

Eso fue lo último que dijo Iorwerth antes de dirigirse a zancadas hacia la puerta y salir a través de ella, para luego quedarse apoyado en el marco de madera mientras regulaba su respiración. Joder, se había enfrentado a mil criaturas y magos tenebrosos en su vida ¿y ahora se aterraba porque tenía una cita, una cita de verdad?

Lastima que no se dio ninguna duchaagregó Antoline, dándole una mirada rápida a la puerta —. Siempre aprovecho sus duchas para restregar al gato entre sus ropas jijiji. Creo que Stella tiene un poco de alergiasonrió con complicidad —. Si mi hijo acaba casado con alguien como tú, será mi sueño realidad, y si, ya sé, tiempo al tiempo, pero para mi ninguno de los dos podría ser más perfecto.

Le acarició una mejilla, antes de también ponerse de pie e invitar a Jane para que le acompañase.

Vamos, vamos, tenemos mucho que hacer. Comprarte un vestido, ponerte bella. Un traslador a Prada lo arreglará todo jijiji. No sé mucho de chicas, pero siempre escucho a las mujeres hablar de ese lugar. Vamos, vamos.


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Mensaje por Jane L. Penderwick Mar Jun 06, 2017 4:34 pm

Cuando Antoline le dijo que irían precisamente al sitio donde él le había pedido matrimonio a su esposa, a Jane casi se le cayó la cara. Aquel fue el balde de agua fría que le hizo pensar inevitablemente: “Jane, ¿en qué te has metido?”. Intentó que aquello no se le notara, pues detalle aparte, Grecia sonaba como un destino perfecto para cualquiera, pero ahora se había implantado en su mente la idea de que tal vez debería haber elegido mejor sus palabras o directamente no haber dicho nada, especialmente mientras veía a Iorwerth marcharse.
El problema era justamente que a Jane no se le daba bien eso de pensar antes de hablar, y solía decir o hacer lo que se le pasaba por la cabeza sin deliberar demasiado. Una nueva sensación de intranquilidad surgió en ella mientras seguía al auror con la mirada, fijándola por un instante en la puerta por donde había desaparecido. Deseó entonces dominar ella también la legeremancia para saber qué había pasado por la mente de su antiguo maestro, pues aunque había accedido a acudir a la cita, no sabía si lo había hecho porque realmente quisiese o por concederle el deseo a su padre.

Fueron las palabras de Antoline las que finalmente le hicieron volver a mirar al mago, riendo divertida en un principio, pero luego con evidente nerviosismo ante su último comentario. Sólo pudo observarlo en silencio con una expresión que no se decidía entre gritar o reír, y es que Merlín, una parte de ella quería desaparecer de ahí inmediatamente, mientras la otra podría haber llenado al anciano de abrazos. El hombre era sencillamente adorable, pero eso no quitaba que le hubiese metido en una situación un tanto delicada. No pudo evitar preguntarse si acaso Iorwerth estaría sintiéndose igual que ella en esos momentos.
-¿Prada? -preguntó incrédula tras escuchar la idea del mago-. Antoline, Prada es una marca carísima… nunca he comprado nada ahí, pero eso es lo que he escuchado. No creo tener tanto dinero muggle como para gastar en algo así -rió entre dientes-. Seguro que podríamos salir del paso en otra tienda, ¿no? -le miró intentando sonar convincente, pero la ilusión del viejo podía notarse no sólo en sus palabras sino también en su mirada y era difícil resistirse a eso. Lo cierto era que Antoline no había tardado en ganarse un sitio especial en el corazón de Jane.

-Antoline -continuó tras un momento, luego de haber inspirado profundamente y acercado su silla un poco más hacia él para ser ahora ella quien le tomaba una mano con las suyas-, usted sabe que aprecio mucho a su hijo y que llegar a tener una buena relación con él no fue precisamente fácil -sonrió de lado por un instante, estaba segura de que pocas personas conocían mejor el difícil carácter de Iorwerth que su propio padre.
-Y lo último que quisiera es que eso se arruine o que surja una situación incómoda entre los dos, ¿me entiende?
Le miró con la seriedad que la situación ameritaba, y guardó silencio por un momento sin estar segura de si debía añadir algo más. Pero ya que había empezado, bien podía continuar.
-Iorwerth fue mi mentor, luego mi colega, ahora me gustaría pensar que es mi amigo… en realidad no necesito definir nuestra relación, sólo sé que es importante. Y por eso no quiero ponerla en juego. ¿Realmente cree que esta sea una buena idea? -soltó su mano para llevar una de las suyas a su pelo y acomodarlo con cierta inquietud-. Quiero decir… nunca pensé encontrarme en esta situación y ahora me siento un poco nerviosa -admitió finalmente mientras enredaba uno de sus dedos en un mechón de cabello.
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Mensaje por Iorwerth Cosmas Sáb Jun 24, 2017 7:54 pm

Jane estaba muy equivocada. Antoline no tenía mucha idea de cuan difícil podía llegar a ser el carácter de su hijo. Claro que le conocía su lado obstinado y perseverante, aquel que llegaba incluso a desobedecerle cuando a su hijo se le ponía algo entre ceja y ceja, pero Iorwerth jamás en su vida había dirigido una mala palabra o una falta de respeto hacia sus padres; con ellos bajaba la cabeza, acataba órdenes o intentaba hacerles entrar en razón con una paciencia infinita si acaso veía que estaban equivocados. No es que el irlandés fuese una persona cínica o doble cara, sino más bien tenía una personalidad cubierta de muchas capas, las cuales sólo muy pocas personas lograban atravesar, y sus padres lo habían hecho ya desde antes de su nacimiento.

Sí, Pradarespondió el anciano con entusiasmo ¿Pero quién habló de la marca? Yo me refiero a la… a la tienda que está en Italia, no es lo mismo y no me discutadijo moviendo su dedo indice por delante de los ojos de la muchacha . Además, yo tengo mis ahorros y sé en donde Iorwerth guarda los suyos y lo que es mío es de mi hijo y viceversa.

Y eso era algo que el hijo había heredado del padre, pues ambos eran del tipo de persona que preferían pedir perdón a pedir permiso, aunque claro, Iorwerth muchas veces no pedía ni perdón, ni permiso y eso dependía directamente de cuanto respeto guardase por la persona afectada.

Dígame, Janecitasonrió a la bruja cuando ésta le llamó por su nombre y tomó una de sus manos, haciendo que él también pusiera la otra para hacer de aquel un gesto mutuo . Le entiendo perfectamente, Janecita, pero ¿cómo podría una mujer como usted arruinar algo?le sonrió con mucha dulzura Además, el que esté nerviosa y tenga miedo a arruinar su relación con mi hijo dice muchas cosas. Para usted, él no es cualquier persona, sino alguien muy especial a quien usted tiene mucho miedo de perder ¿no se da cuenta de lo romántico que eso es? Ya he visto antes como ustedes se miran, usted no sólo lo admira, sino también se siente muy cómoda y protegida a su lado, y él también al suyo, yo lo sé, pero que ahora usted me lo diga en voz alta, que tiene miedo a perderlo, me complace mucho más. Ya sabe, Janecita, más sabe el diablo por viejo que por diablo jijiji.

Se acercó a ella, soltando el agarre de sus manos para afirmarse sobre la mesa y ponerse de pie, antes de besar a la chica sobre la frente y reír nuevamente mientras se alejaba, feliz, hacia las escaleras.

Ahora vamos a comprar su vestido. Voy a buscar mis ahorros y ya regreso, nos vemos aquí en quince minutos.

Calculó lo suficiente para pasar al baño, perfumarse y acicalarse el cabello, pues Antoline no iba a ningún sitio si no salía perfectamente arreglado, como un verdadero caballero, sobre todo si tenía que escoltar a una chica tan linda. Así que también se puso una chaqueta que le diera algo de categoría y sólo entonces bajó para encontrarse con Jane y ofrecerle su brazo.

Vamos a tener que salir a los terrenos eso sí, porque Iorwerth tiene la casa protegida ante cualquier tipo de aparición, incluso la de los trasladores.

Se explicó con la muchacha y la escoltó hacia el bosque y caminó un poco mas entre los árboles, hasta llegar a un árbol caído, cuya altura estaba más o menos hasta su cintura, lo cual era perfecto para no estarse agachando (que al pobre viejo ya le dolía la espalda) y puso ahí uno de lo bototos preferidos de su hijo, antes de mirar el reloj.

Doce segundos.

Sonrió a la muchacha y comenzó a contar hasta llegar a cero y, con una enorme sonrisa, invitar a Jane a tocar el traslador que los llevaría a Milán, Italia.


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Mensaje por Jane L. Penderwick Sáb Ago 12, 2017 7:19 pm

Jane se encontraba en una verdadera encrucijada, pues todo su raciocinio le pedía negarse a la idea de ir a Prada, pero su lado más sensible y vulnerable se rendía ante la insistencia del viejo. Y no era sólo su insistencia, claro, sino también esa adorabilidad suya a la cual era imposible resistirse. Antoline parecía más que convencido de lo que quería, y Jane no quería desilusionarlo, pero al escuchar que el anciano pensaba incluso usar el dinero de su hijo si era necesario, se le hizo un nudo en el estómago. No podía permitir algo así. Ya se las ingeniaría para evitarlo.

Sin embargo fueron sus siguientes palabras las que le hicieron dejar de pensar en aquella famosa tienda para mirar al mago con una expresión diferente, aunque aún con un dejo de preocupación. Se mordió los labios y tragó saliva con cierta dificultad, sintiendo de pronto algo de calor. ¿Acaso se estaba sonrojando? “Oh, por Merlín, eso no”, pensó horrorizada mientras bajaba la mirada hacia las manos de Antoline, pues sentía que mirarlo a los ojos sólo hacía que se sintiese aún más incómoda y también confundida.

Su última frase fue la que finalmente hizo que volviese a mirarlo para reír junto con él, aunque fue más bien una risa nerviosa. Cerró los ojos cuando el anciano le besó la frente y aquel gesto logró de cierta forma llevarse algunos de los pensamientos que en aquel momento la inquietaban. Sonrió con un gesto de agradecimiento en el rostro para luego ponerse de pie igual que Antoline. Fueron esos “quince minutos” los que le hicieron darse cuenta de que debía apresurarse, así que sólo asintió con la cabeza para expresar que estaba de acuerdo y subió a su habitación con la rapidez de quien acaba de recibir un hechizo en el trasero.

Se arregló tan rápido como pudo, aunque no contaba con el tiempo que le hubiese gustado tener, pero algo de magia siempre ayudaba. Bajó nuevamente con la misma rapidez con la que había subido, pero ahora luciendo el cabello mejor peinado, una expresión más despierta y ropa decente en vez de aquella bata que había estado trayendo.
-Wow, cuánto estilo -comentó Jane mientras pisaba el último escalón, pues Antoline también había hecho lo suyo y se veía incluso mejor que ella, que había optado por ropa sencilla y casual.

Sonrió y tomó el brazo que le ofrecía para asentir ante su explicación.
-Nunca está de más tomar ese tipo de precauciones -dijo sencillamente mientras salían de la casa. No le extrañaba que hubiese tantas medidas de seguridad pues al fin y al cabo… era la casa de Iorwerth Cosmas. Eso le había hecho sentirse segura desde el momento en que la había pisado. Caminaron hasta llegar a un árbol caído y allí Antoline hizo los preparativos para tomar el traslador, sonriéndole con entusiasmo.

Jane le devolvió el gesto pues aquel sentimiento parecía estar contagiándosele. Si se detenía a pensarlo por un momento… ¡estaban yendo a Milan! Y luego, si todo seguía como hasta entonces, estaría tomando otro traslador a Grecia más tarde. Esa mañana cuando había despertado súbitamente de su sueño de Quidditch, jamás habría imaginado que el resto de su día se desenlazaría de esa forma. Finalmente, tras una breve cuenta regresiva, el traslador empezó a hacer lo suyo y ambos se embarcaron en el viaje con esa no tan agradable sensación propia de aquellos artefactos.

“Aterrizaron” en un sitio algo oscuro, desde donde se escuchaban ruidos de tráfico automovilístico contenidos por las paredes del lugar. Jane tardó unos segundos en reconocer que se encontraban en una estación de metro, una aparentemente abandonada pues no había ni personas ni metro alguno.
-Creo que es por allí -señaló Jane apuntando hacia una amplia entrada de luz, desde donde además el ruido de las bocinas y de gente hablando parecía ser más fuerte.

Aún tomada del brazo de Antoline, caminaron hacia la salida, subieron una escalera y cruzaron unas cintas de plástico de color rojo y blanco que supuestamente impedirían el paso de la gente hacia la estación. Nadie pareció prestar atención a los recién llegados, y eso que la calle estaba bastante abarrotada; habían aparecido en una peatonal llena de tiendas y cafés en un soleado día de primavera.
-Ma che bello! -exclamó Jane al observar su alrededor, haciendo un exagerado gesto con una mano antes de reír-. Y eso es casi todo lo que sé decir en italiano.
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Mensaje por Iorwerth Cosmas Lun Mar 27, 2023 9:54 am

Antoline cogió el traslador al mismo tiempo que Janecita y ambos volaron y desaparecieron casi como si hubiesen sido tragados por una especie de tornado invisible. Quiso mantener el estilo elegante que ya llevaba en su ropa y en la dama que le acompañaba, así que tuvo que poner un poco mas de concentración en el descenso. Sin embargo, ya estaba bastante viejo y aún cuando puso todo se su parte, se le acabó doblando un poco de la rodilla, por lo que se puso rojo hasta las orejas y se disculpó con la discípula de su hijo.

Sí, sí, siempre siga la luz, a menos que nos estemos muriendo jijiji.

Rió como si acabase de hacer la mejor de las bromas de papás que había en el mundo y ofreció a Jane su brazo, tal como lo haría un correcto caballero, antes de avanzar hacia la calle y adentrarse en las tiendas de más alta costura en Milán.

Claro —. Se detuvo al escuchar el italiano de la ex-Auror ¿Cómo no pensé en ello? Yo tampoco hablo italiano, pero… aquí viene gente de todo el mundo a comprar, no? Deberíamos poder hacernos entender aunque sea para pagar. Se rascó la barbilla y alzó los hombros . Lo siento mucho, Janecita. Apenas comenzamos y ya estoy mostrando mi careta de anciano.

Sonrió con una ternura que realmente era difícil de resistir y continuó caminando, pensando en que nada, ni siquiera el idioma, podría hacerlo desistir de sus ideas. No tardaron mucho en tener la famosa tienda a la vista, por lo que Antolín apuró aún más el paso, arrastrando a la chica con él y es que en su misión de conocer a sus nietos antes de morir, no había tiempo que perder (XD).

Permítame dijo apresurándose un poco más para poder abrirle la puerta.

En el interior la tienda era gigantesca y muy muy muy elegante. Como cualquier otra tienda, la ropa de mujeres era la que se encontraba más cercana a la entrada y se separaba por categoría; trajes formales y un poco más casuales, pero ninguno que sugiriera una cita de campo en donde se pudiese acabar tirado en el pasto, comiendo hot dogs. No, Prada estaba a otro nivel de elegancia y aquello era precisamente lo que Antoline buscaba.

Una de las vendedoras se acercó para asesorarlos por lo que el anciano comenzó a ponerse un poco nervioso cuando le escuchó hablarles en italiano.

Principessadijo apuntando a Jane —, pero no esto, no estohizo movimientos con su manos que señalaban una frondosas falda, de esas que a veces llevaban las princesas de los cuentos, que casi les había parecer globos voladores —. No, no… elegante.

Inglés.

Dijo la mujer e hizo una seña a otra de las asistentes, quien se acercó de manera inmediata, con una amplia sonrisa, como cualquier otra persona que intentara venderles algo haría.

Buenas tardes, mi nombre es Sophie y con gusto los atenderé ¿Tienen ya algo en mente?

¡Oh sí!saltó Antoline con entusiasmo He estado planeando esto desde hace mucho tiemporeconoció con adorable descaro —. Quiero un vestido, algo elegante y sexy, algo que ayude a resaltar la belleza de esta princesa. Quiero que mi hijo la vea y se le “paren” las ganas de tener hijos, pero que no llegue a pensar que será tarea fácil. Quiero que diga que es una dama por todas partes, pero que por dentro, bueno… ya lo dije jiji.

Sonrió a ambas mujeres y luego se le pusieron rojas la orejas, pero nunca dejó de sonreír. Realmente estaba muy exitado con la idea de que Jane hubiese tenido la iniciativa de finalmente tener una cita con su hijo.
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Mensaje por Jane L. Penderwick Sáb Abr 01, 2023 10:25 am

Jane caminó hacia la tienda tomada del brazo de Antoline, agradecida de que se lo hubiese ofrecido pues ahora que se encontraban en una ciudad grande y con mucho movimiento de personas y autos, temía que el viejo tropezase o se perdiese entre el tumulto como un niño que se ha soltado de la mano de su madre. Cuando entraron a la tienda, a Jane se le cayó la mandíbula. Jamás había estado en un local similar.
-¡No me jodas! -no pudo evitar decir mientras sus ojos recorrían el negocio-. Ups -se llevó la mano a la boca rápidamente, recordando que en un ambiente como ese probablemente no sería apropiado expresarse de esa forma. Además, estaba con Antoline; aunque ya llevaban un par de meses viviendo en la misma casa, y se conocían bien, Jane sentía algo de culpa cuando lanzaba improperios frente a él, que siempre se comunicaba con tanta dulzura.

La tienda, además de ser enorme, estaba equipada de manera que daba la impresión de que uno podría quedarse a vivir allí adentro. Cómodos sillones en distintas esquinas, suaves alfombras, y los vendedores que ofrecían café o champaña a sus clientes. Luego de que las primeras impresiones calaran en Jane, sintió cómo se le iba formando un pequeño nudo en el estómago al recordar qué estaban haciendo allí. Iban a comprar un vestido que probablemente costaría miles de euros, para que pudiese tener una cita con Cosmas.
Se giró para mirar por las enormes ventanas de la vitrina, como si esperase encontrar una tienda sencilla de segunda mano en la calle de al frente, pero estaban rodeados por tiendas similares a Prada por todas partes.

Cuando Antoline empezó a hablar con la vendedora que se les había acercado, terminó por aceptar que ya no había vuelta atrás. Mientras el mago trataba de hacerse dar a entender, Jane observó las faldas y vestidos que se encontraban más cerca a ellos, los cuales efectivamente no eran de su estilo. No tardó en llegar otra vendedora que hablaba inglés, lo cual permitió a Antoline expresarse con más soltura e hizo que esta vez fuese Jane quien se pusiera roja y se mordiese los labios preguntándose por qué el suelo no podía abrirse por la mitad y tragarla ahí mismo. Sólo pudo balbucear un par de palabras sin sentido antes de que Sophie juntase sus manos en gesto satisfecho, asintiendo con la cabeza y regalándoles una encantadora sonrisa.
-Entendido, entendido -les dijo con tanta naturalidad que Jane supuso que no eran los primeros ni los últimos que llegaban a la tienda con una petición como aquella-. Encontraremos exactamente lo que buscan. Síganme, por favor.

Caminaron detrás de la muchacha, Antoline con entusiasmo y Jane jugando con sus dedos de forma nerviosa mientras observaba la ropa colgada a su alrededor. Sophie los guió hacia un rincón donde una amplia escalera de caracol permitía llegar al segundo piso, y Jane volvió a tomar el brazo de Antoline para subir por ella. En el piso de arriba se notaba el cambio de estilo en la ropa, y Sophie hizo un par de preguntas mientras llegaban a una esquina.
-¿Tienes algún corte o color específico en mente? ¿O tal vez, un color que no te guste? A veces es más fácil descartar que elegir -dijo Sophie con elocuencia.

-Yo, eh… Bueno… -Jane se sintió bastante tonta entonces, pues con la emoción del viaje irónicamente ni siquiera se había puesto a pensar en ello-. Supongo… quisiera que sea algo cómodo, nada blanco porque lo estropearía en cinco minutos -admitió abiertamente-. Creo que el verde no es mi color, al menos el verde… ¿tradicional? -se estaba dando cuenta de lo poco que sabía de moda, y es que como auror siempre había preferido la practicidad por sobre la elegancia, y las pocas veces que le había tocado asistir a algún evento más formal, ya tenía en su closet opciones familiares para elegir, algunas de ellas heredadas de su madre.
-Oh, te sorprendería lo que el tono correcto de verde podría hacer contigo -Sophie rio, dejando en evidencia su experiencia en ese ámbito-. Veamos por aquí.

Sophie acercó un colgador con rueditas que arrastró mientras le iba mostrando a Jane diferentes modelos de vestido. Algunos los descartó de inmediato, porque no le gustaba el diseño, o no se sentiría cómoda con el color o el corte, pero había un par de prendas que realmente se veían espectaculares. Uno de ellos efectivamente verde. Cada vez que seleccionaba un vestido de su gusto, miraba a Antoline en busca de su aprobación, pues eso le hacía sentir más segura. Se quedaron con tres vestidos que Jane accedió a probarse, por lo que los tres caminaron hacia el fondo de la tienda, Sophie empujando el colgador movible, hasta llegar a la amplia zona de probadores, bien iluminada por grandes lámparas. Cada probador se le antojaba del tamaño de una habitación.

-Les daré algo de privacidad mientras te pruebas los vestidos, pero estaré cerca por si necesitas ayuda. ¿Desean beber algo?
Sophie se alejó y Jane entró a uno de los vestidores para probarse el primer vestido. Le cubría las piernas por completo, era de una tela negra firme pero ligera, y el amplio escote terminaba en un discreto cinturón. Jane se miró al espejo, impresionada. Jamás había puesto tanta atención a la ropa que compraba, pero ahora que llevaba una prenda de alta costura, se daba cuenta la diferencia que hacía. Por supuesto, el vestido le parecía precioso.
-¿El negro no es demasiado funerario? -le preguntó a Antoline antes de salir del vestidor para mostrarse-. Y creo que el escote es... demasiado, ¿no?- bajó la mirada para observarse y rio, dándose cuenta de que se sentía en plena confianza con Antoline.

Volvió a mirarse en el espejo y luego a los otros vestidos que aún esperaban ser probados, y que estaba segura serían igual de magníficos, y nuevamente ese sentimiento de culpa que ya había experimentado un par de veces ese día se apoderó de ella.  
-Antoline... -se volvió hacia el mago y respiró profundo, buscando el coraje necesario para hablarle de la forma que necesitaba-. ¿No cree que sería mejor comprar en otro lugar? -bajó un poco la voz por si Sophie andaba cerca-. No hemos preguntado aún por los precios pero me puedo imaginar que estarán por los cielos. Además, todo esto... -recorrió el recinto con la mirada, volviendo a jugar con sus dedos nerviosamente. -Bueno, es mucho. No quiero que se sienta decepcionado.
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