Peligro, ¡bestia suelta! (Alek)

Era una bonita tarde de sábado, de aquellas primaverales de sol – clima casi extraño para Londres, a decir verdad, tan acostumbrado a cielos nublados y lluvias persistentes. Con apenas más de 20 grados de temperatura, incluso hacía calor para los locales. La joven mujer miró la hora en su celular, y resopló al darse cuenta de cuánto tiempo había transcurrido desde que comenzó su rutina de ejercicios. Vestía unas calzas negras, zapatillas del mismo color y una simple musculosa blanca deportiva. Al pelo lo traía recogido en una cómoda cola de caballo, y en su brazo derecho tenía una banda elástica con una funda en la cual cargaba su Ipod. Dicho accesorio cubría la “M” con la cual la habían marcado ni bien anunció su presencia a la comunidad mágica del lugar… no tenía ganas de tratar con idiotas, y así esperaba poder ahorrarse un par de miradas prejuiciosas.

Trotar jamás había sido su actividad favorita, y ni bien se hubo mudado a Inglaterra, se encargó de buscar un gimnasio que dictara las clases de acrobacia que solía tomar en Argentina. Funcionó por unas semanas… pero una tarde, de repente, se encontró con que ya no era bienvenida en el establecimiento. Algún par de sujetos agradables no querían tomar clases junto a una bruja, aparentemente, así que tuvo que retirarse.

A pesar de lo horrendo de la situación, Araceli se negó a enojarse y decidió buscarle el lado positivo, mientras investigaba otros gimnasios. El imprevisto le sirvió para conocer distintos parques en la ciudad por los cuales salir a correr, y mejor aún, a donde llevar a sus mascotas. Hoy, por ejemplo, estaban trotando por algún lugar recóndito del enorme Hyde Park. -¿Cómo puede ser que no se cansen nunca?- Pregunta retórica hecha a los dos caninos que la acompañaban, uno a cada lado, sujetos con correa. Había considerado llevar a su gata Angélica también… pero digamos que la felina no era demasiado compatible con corridas largas, y la rubia sabía que habría terminado cargándola más temprano que tarde.

En vez de eso, se encontraba con Corto, su perro, un mestizo de varias cosas raras que de alguna manera habían conseguido cruzarse y tener crías. Un pequeño de patas cortas muy bien portado, que ahora la miraba esperando alguna orden para saber cómo proseguir. A su lado, había otra clase de bestia también mestiza, pero en este caso enorme: algo así como la cruza entre un pastor alemán y un siberiano, de patas largas, y para nada tan tranquila como su compañero. –Bien, Roxanne. Sentada.- Le indicó a la perra, haciendo una seña con la mano. Cuando la susodicha se sentó, la mujer sonrió y tras darle una caricia, le sacó la correa. –Muy bien, bonita. Vamos a ver qué tal te va esta vez… ¡Busca!-

Le lanzó una pelota de tenis, y por un momento, todo pareció marchar a la perfección. La pastora salió disparada atrás del juguete, lo atrapó unos cuantos metros más adelante, y emprendió el regreso hacia la rubia. Sin embargo, por el camino… el horror. Se le cruzó otra pelota, que habían pateado unos niños, no dudó un momento en soltar la que estaba cargando y salir a perseguirla la nueva. ¡Y no sólo eso! Una vez que la hubo capturado, se dio a la fuga con el juguete robado, dejando atrás a un grupo de niños confundidos y una Araceli que se debatía entre morirse de vergüenza y las ganas de estrangularla.

-Damn it.- Murmuró en español, al tiempo que se largaba a correr atrás de la perra, con el pobre Cortito siguiéndola tan rápido como sus patitas se lo permitían. Persiguió a Roxanne por un rato, a través de arbustos, pasando por varios caminos y pisando parcelas de césped que seguramente no debían poder pisarse, hasta que finalmente observó como se detenía… a molestar a un hombre, aparentemente. Saltaba a su alrededor, moviendo la cola y tratando de ladrar a pesar de tener un balón de fútbol entre las fauces. -¡Atrápala por favor!- Le gritó al tipo, esperando que por algún milagro obra de Merlín, él fuese lo suficientemente rápido como para poder agarrarla del collar antes de que la perra arrancara a correr de nuevo. –¡No… muerde..!- Consiguió agregar mientras se iba acercando al trote, ya perdiendo el aliento.