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Mensaje por Bianca Bona Jue Mayo 04, 2017 9:59 am

Se acercó a observar a través de la ventana de su casa. Era otro día nublado en Londres, qué raro. A pesar de que echaba mucho de menos Italia, se había acostumbrado desde muy pequeña a el mal tiempo de Inglaterra y no podía negar, que en algunos momentos hasta le agradaba el hecho de obligarse a quedarse en casa debido a que fuera llovía. Le tocaba, como todos los días de la semana, ir a trabajar al Hospital de San Mungo. El trabajo la apasionaba y sentía que era una gran responsabilidad la que tenía en sus manos, el hecho de poder ayudar a la gente que venía pidiendo ayuda. No obstante, últimamente tampoco es que hubiese un gran número de pacientes por lo que, a no ser que hubiese alguna urgencia de última hora, se pasaba gran parte del tiempo en la sala de preparación de pociones, o leyendo algún libro sobre las propiedades medicinales del “díctamo”. Abrió su armario y eligió entre todas las túnicas, una blanca. Se la puso, ató una cinta dorada por debajo del pecho dejando que la túnica cayese como si un vestido de corte imperio se tratase. Se acercó después al espejo para terminar de arreglarse.

-Algo falla – susurró mientras se ojeaba de arriba abajo buscando qué era lo que no le gustaba.- El pelo… -se miró directamente al cabello que estaba totalmente despeinado. Cogió un cepillo y empezó a peinarse la cabellera intentando quitarse los nudos que se le formaban cuando peleaba con la almohada por las noches. Como veía que la historia iba para largo se agarró tres mechones desde la parte de atrás y comenzó a trenzarlos hasta que quedó una trenza preciosa. Se calzó unas sandalias de color dorado a juego con la cinta que se había atado en la cintura. Una vez vestida y lista para salir de casa, cogió su varita, y un pequeño maletín de cuero marrón donde llevaba libros, libretas con anotaciones de pacientes interesantes, plumas, tintas de color de marrón y azul y hojas, muchas hojas sueltas. Pensó en la entrada de San Mungo y cerrando los ojos levemente se desapareció de su casa.

Apareció en medio de una calle por la que no pasaba ni un alma. Se oía un bullicio lejano de la ciudad de Londres y de la zona industrial cercana. Caminó unos cincuenta metros y tras girar a la derecha en la esquina se encontró con un nombre: “Purge y Dowse S.A”. El edificio se encontraba en peores condiciones debido a los últimos ataques que los muggles habían hecho a los lugares de más afluencia mágica, todo ello por culpa de un chivatazo de un mago que en ese mismo momento debía estar ayudando a el gobierno muggle. Pensaba que igual no habían podido reparar un poco más su aspecto porque eso le daría una pista a los muggles de que habían acertado en su objetivo. Por si acaso, sacó su varita y de refilón observó la “M” marcada en su muñeca: Marginada. Aunque Bianca era sangre mestiza tenía una visión muy mala de los muggles que se había agravado con los últimos acontecimientos. No podía sacar de su cabeza esas ideas que en otro tiempo se hubiesen considerado puristas y clasista. Pensaba que el hecho de ser marcada por alguien quien consideraba inferior a ella era una humillación. Paz por no poder vivir en paz.

Abrió la puerta de los almacenes y avanzó entre los polvorientos maniquís colocados a cada largo de un pasillo largo que la llevaba a un maniquí que se encontraba tras un cristal. Era sin duda el que, entre todos los destartalados maniquís, destacaba más para una persona del mundo mágico. Para una persona del mundo no-mago simplemente parecería hortera. Miró fijamente a los ojos del maniquí.

- Como si tú y yo no nos conociésemos ya… — le replicó al maniquí mientras se adentraba a través del cristal que los separaba. Una sensación de atravesar una cortina de agua fría le recorrió desde el cuero cabelludo hasta la punta del dedo gordo. No podía negar que esa sensación le encantaba, y mucho más le gustaba la de aparecer completamente seca en un pequeño pasillo que la llevaba a la recepción del Hospital. Guardo su varita una vez que ya tenía claro que se encontraba en lugar seguro y que conocía. Se acercó lentamente y con una sonrisa en la cara a la bruja de la recepción, que parecía estar más aburrida que una ostra.

- No tenemos a ningún paciente además de los ingresados, ¿verdad? – le comentó a la bruja con un tono alegre mientras se cercioraba de que no hubiera nadie esperando en la recepción. La secretaria negó con la cabeza y con una expresión que parecía que no tenía muchas ganas de hablar y menos con una persona que llegaba de forma tan positiva al trabajo.

Antes de ir a pasar revista a los ingresados decidió dirigirse a su despacho para dejar todo el material y desayunar tranquilamente. Había tiempo de sobra y quería terminar de leer un capítulo de “Las plantas acuáticas del Mediterráneo y sus propiedades”. Subió en el ascensor que la llevo hasta la última planta del hospital donde se encontraban los despachos de los sanadores y los pocionistas. Caminó por un pasillo estrecho de mármol blanco que estaba decorado con retratos de antiguos sanadores del hospital o de recortes de periódicos de “El Profeta” elogiando la actuación de los trabajadores de San Mungo en la extinción de alguna epidemia.

Llegó finalmente hasta una puerta de madera negra que contrastaba con la piedra blanca del pasillo. En el centro de la puerta traía escrito “Bianca Bona” con unas letras de color plateado. Atravesó la puerta y caminó hacia la mesa de cristal donde tenía una carpeta con todos los pacientes ingresados que estaban a su cargo. Observó, antes que nada, que lo que le había dicho la bruja de la recepción era cierto. Después se giró hacia una jarra que estaba colocada en la chimenea. Aún le quedaba agua del día anterior. Volvió a sacar su varita y mirando a la leña que se encontraba bajo el caldero pronunció: -Incendio – un pequeña llama apareció de la punta de la varita e hizo que la leña se prendiese.  

Avanzó hacia una estantería de metal en la apoyó su maletín en la última balda. Levantó la mirada y pasó la mano por la balda que estaba a la altura de sus ojos buscando el libro que tenía que leer. Lo sacó lentamente intentando no descolocar el resto de libros perfectamente colocados. Una vez en sus manos, suspiró, y se sentó en su mesa de trabajo esperando a que el agua se calentase del todo para poder servirse un té.
Bianca Bona
Bianca Bona
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Mensaje por Iorwerth Cosmas Jue Mayo 18, 2017 9:46 pm

Aún recordaba la última vez que había estado en San Mungo, no había sido tanto tiempo atrás, cuando había sido torturado de tal manera que sabía le era imposible desaparecerse sin agravar aún más su estado. Le habían desollado uno de los costados del torso, quemado en varias partes del cuerpo e incluso cortado un brazo, por lo que había caminado por las calles de Londres con el brazo envuelto en una especie de toalla empapada en sangre, mientras la gente se alejaba de su paso, ya que su apariencia se asemejaba mas a la de un criminal recién salido de una violenta pelea que a la de un ciudadano en apuros. La atención había sido buena, no esperaba peor cosa de San Mungo, en donde había caído ya más de alguna ver durante todos sus años de servicio como Auror. Sin embargo, se había negado rotundamente a que le sanaran el brazo y sólo había permitido que le detuvieran la hemorragia y es que Iorwerth sabía perfectamente bien lo que deseaba hacer con él y quien debía hacerlo. Pero, por supuesto, aquello también le creó un par de discusiones con los sanadores que le habían atendido y el irlandés no era precisamente reconocido por su sutileza, mucho menos en situaciones de estrés.

Ahora regresaba por una condición bastante diferente, pues esta vez lo hacía por motivos netamente de trabajo. Vestía una chaqueta de cuero negro y unos vaqueros tradicionales, los cuales había comenzado a usar luego de que los muggles les habían descubierto, por lo que se caminaba más tranquilo por las calles cuando se vestía como ellos.

Llevaba caminando ya varios bloques, cuando por fin dio con el almacén abandonado de Purge y Dowse S.A, en donde entró mientras se mordía la lengua y vigilaba hacia todos lados de que no hubiese ningún par de ojos curiosos observándole, antes de acercarse al maniquí y contener el impulso de agarrarle uno de los pechos para ver si algo asombroso ocurría, como tal vez hacerle salir expedido varios metros por el aire a modo defensa.

Frunció el ceño al sentir aquella sensación de líquido recorriéndole el cuerpo, a algunas personas podía agradare, pero él no terminaba de acostumbrarse, por lo que se acercó a la recepcionista aún con cara de pocos amigos.

Buenos díassaludó de manera educada antes de sacar su identificación como Auror —. Busco a la sanadora Bianca Bona.

Señaló mirando a la mujer de pies a cabeza, como si inevitablemente tuviese que hacerle un escáner completo con la mirada para memorizarla para futuras conjeturas. No podía evitarlo, tenia la vena Auror demasiado marcada en el cuerpo. La mujer le dio las indicaciones y el irlandés asintió con la cabeza, para luego marcharse en la dirección señalada sin siquiera darle las gracias.

Tomó el ascensor hasta la última planta y entonces avanzó por el pasillo de mármol blanco hasta dar con la puerta de madera negra que recitaba el nombre de la sanadora que buscaba. Volvió a fruncir el ceño, ya que conocer gente nueva era otra más de las muchas cosas que le molestaba de socializar. Definitivamente Iorwerth no era bueno en las relaciones sociales y poco tenía de inteligencia emocional. Así que suspiró con cierta resignación y golpeó la puerta, esperando a que ésta se abriera, mas lo primero que vio hizo que en su rostro se dibujara un muy expresivo “Oh… Fuck…”

Era precisamente una de las sanadoras a las que había insultado (más de una vez) cuando habían intentado ayudarle con su brazo recién amputado.

Buenos días intentó reponerse como pudo ¿Es usted la sanadora Bianca Bona?preguntó con la esperanza de encontrarse con una sanadora intrusa Mi nombre es Iorwerth Cosmas, soy Auror del Ministerio de la Magia y estoy aquí para hacerle un par de preguntas, si me lo permite, Señorita Bona.
Iorwerth Cosmas
Iorwerth Cosmas
Traidores-Ministerio

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Mensaje por Bianca Bona Vie Mayo 19, 2017 3:40 pm

Estaba concentrada en la lectura cuando escuchó el gorgoteo del agua. Se levantó rápidamente para apartar el caldero del fuego y apagarlo con un fuerte soplido. Caminó hacia una repisa en la que tenía varios botecitos que contenían diferentes hierbas. A esas horas lo único que entraba era un buen té verde, al que le añadió unas hojitas de menta de otro de los tarros. Vertió con delicadeza un poco de agua hirviendo en la taza en la que había puesto las hojas, hasta que el agua llego hasta la mitad de la taza. Era el proceso que más odiaba de hacerse un té, ese momento en el que tenía que esperar unos cinco minutos después estar esperando a que hirviese el agua, con la taza delante y con los aromas a menta que empezaba a desprender.

Antes de ponerse más nerviosa, volvió su mirada hacia el libro que estaba leyendo. Llevaba unas cuantas notas hechas sobre las propiedades de plantas medicinales muggles. Sabía que, en el mundo muggle, las plantas y sus propiedades no eran reconocidas como oficiales, pero eso era claramente, porque no tenían idea de cómo había que tratarlas. Cuando estaba pasando una de las hojas escuchó la puerta sonar. Miró hacia un reloj de madera que estaba encima de la chimenea para comprobar la hora. No había pasado mucho tiempo desde su llegada, así que no podía ser nadie quejándose de que no hubiese empezado a hacer la ronda y tampoco estaba esperando a nadie.

Antes de que pudiese preguntar quién era, la puerta se abrió y apareció ante ella un hombre al que reconoció al instante. Lo conocía porque había estado ingresado en el hospital unas cuantas veces, la última siendo una de las más críticas y problemáticas. Era verdad que en San Mungo había que estar preparado para cualquier cosa que se viniese, hasta la más mínima urgencia podía complicarse o había muchas veces que los pacientes eran muchísimo más complicados que su enfermedad. Bianca se acordaba casi siempre de todos sus pacientes y como no, recordaba perfectamente su caso. Dirigió rápidamente la mirada a su la mano derecha. Donde no debía haber nada (al menos cuando había sido dado de alta) ahora relucía una estructura de color plata.  Escuchó atenta la introducción, que para nada hacía falta.

-Buenos días –contestó levantándose de la mesa y acercándose hacia el hombre con la mano extendida para estrechársela –,esa soy yo, y me acuerdo de usted y de su última… visita –le dejó caer que sabía para qué había sido su última visita–. Será un placer escuchar sus preguntas y su puedo,“o quiero”, pensó Bianca – resolverlas.

Se acercó hacia la chimenea donde aún se encontraba el caldero del que aún salía un poco de humo de un agua que no sabía enfriado. -Lo siento mucho, pero lo único que puedo ofrecerle es un té… – dijo señalando a los tarros donde tenía los diferentes –. ¿Se acerca usted o me permite una recomendación? –sonrió mientras se paraba a contemplar a su acompañante, cosa que aún no le había dado tiempo.
Bianca Bona
Bianca Bona
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Mensaje por Iorwerth Cosmas Vie Mayo 19, 2017 9:02 pm

Frunció ligeramente el ceño y miró la mano que la mujer le tendía de manera dudosa, tanto que incluso dejó pasar (de manera no intencionada) un par de segundos, antes de forzarse a sí mismo a estrecharle la mano. Iorwerth precisamente había perdido la mano derecha, y también parte del antebrazo, un par de meses atrás y ahora en su lugar se encontraba una estructura de plata, la cual —gracias a la magia— presentaba exactamente la misma movilidad que una mano de carne y hueso. Sin embargo, aún le resultaba un poco difícil tener que tocar a alguien con dicha extremidad, principalmente porque siempre ocurría alguna reacción inesperada, ya sea por sorpresa o por lo fría que resultaba al contacto con la piel ajena. Aún así le estrechó la mano con firmeza, aunque de forma gradual, pues tampoco confiaba demasiado aún en la fuerza que utilizaba con ella, sobre too si tenia en cuenta que durante toda su vida había sido zurdo, aún cuando su padre hubiese intentado con todas sus fuerzas hacerle diestro cuando pequeño. Eso al menos le había dejado con alguna ventaja, pus podía escribir y manejar la varita con ambas manos, aunque era la izquierda la que tenía un mejor desempeño.

Una vez pasada la incomodidad de aquel saludo inicial, volvió a bajar la mano, mientras contenía un resoplido de frustración. Por supuesto que le recordaba ¿cómo no, si le había había criticado hasta lo delgado de sus brazos y su capacidad para sostener a un paciente enfermo, sin ayuda de la magia?

Iorwerth se mordió la lengua para evitar decir cualquier cosa, estaba de servicio y debía de mostrarse respetuoso, o al menos intentarlo. Así que simplemente se limitó a entrecerrar los ojos y examinar a la mujer, diría que poseía una altura muy cercanamente al metro y setenta centímetros y no pesaba más de cincuenta y cinco kilos, lo que le daba un aspecto sumamente frágil y delicado que, de cierto modo, le hacía sentir hasta culpable por anteriormente no haber comedido su lengua.

Si bien estaba preparado para una fría cortesía, digna de cualquier profesional de carácter ya maduro, no se esperó el que ella le pidiese disculpas porque no podía ofrecerle más que un té y eso le hizo sentir aún más incomodo con su anterior comportamiento. Cualquier otro le hubiese dicho entonces que no se disculpara, que un té estaba perfecto, pero Iorwerth no tenía idea de como ser una persona amable, y la verdad es que nunca le había interesado, por lo que sólo se limitó a seguirla en silencio, mientras se frotaba la barbilla, cuando ella señaló hacia los recipientes en donde contenía los diversos tipos de té.

Creo…dudó por un breve momento que tomaré su recomendación.

Le miró a los ojos, recayendo en que precisamente eran de color marrón, muy cercano a la tonalidad de una taza de té tradicional ¿ironía o coincidencia?

Sonrió para sí mismo y retrocedió, volviendo a darle todo el espacio del mundo para que la sanadora se moviera entre sus insumos, aprovechando de echar una mirada a su despacho y al tipo de decoraciones que pudiese encontrar sobre el escritorio, pues aquellas cosas le ayudaban un poco a entender la personalidad de las personas con quienes se enfrentaba, o al menos la personalidad que deseaban aparentar.

¿Por qué cree que estoy aquí?preguntó de pronto, girándose para mirarla Está claro que para hacerle un par de preguntas, pero… ¿Se imagina cuales? ¿Alguna idea? Invente algún motivo si ninguno se le ocurre ¿Qué es lo primero que se le viene a la cabeza?

Le preguntó sin sacar los ojos de encima de lo que pudiera echarle a su te.


Última edición por Iorwerth Cosmas el Vie Jun 23, 2017 10:39 am, editado 2 veces
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Mensaje por Bianca Bona Sáb Mayo 20, 2017 3:13 am

Sonrió cuando escuchó que aceptaba su recomendación. Bianca era una loca de las hierbas y le encantaba intentar transmitirle un poco de su pasión a la gente que la visitaba. Ojeó los diferentes tarros pensando en cuál podía darle al hombre para impresionarle; intentar impresionar a la gente era algo que hacía sin querer desde que era niña, y se esforzaba mucho más si sabía que la persona que la acompañaba ocupaba un puesto importante. Se puso de puntillas para alcanzar un tarro casi lleno en una de las baldas superiores. Este, contenía té azul, uno de los favoritos de Bianca y que por ellos tomaba poco; esas hojas exactamente las había conseguido desplazándose a una producción en China.

Como sabía que las conversaciones ministeriales siempre adquirían un tono serio e incluso llegaban a un registro un poco tenso, abrió otro de los botes, uno de los que estaban más vacíos (lo usaba mucho). Contenía pasiflora, planta que se usaba para reducir la ansiedad y que, entre otras de sus indicaciones, la usaban para reducir la tensión arterial, el ritmo cardiaco… En fin, un conjunto de acciones ideales para intentar que todo transcurriese de manera tranquila. Lo mezcló todo en una taza de color naranja y se acercó hacia su acompañante.

-Debes esperar un poco a que se te enfríe y a que el agua se impregne de todas las hojas –comentó-. Es un té azul, traído de la región de Fujian, en China –explicó haciéndose la interesante-, y lo he mezclado con un poco de pasiflora, una planta que… –dudó en si explicarle las verdaderas propiedades de la pasiflora o no. No le gustaba mentir, y mucho menos cuando se trataba de cuestiones de trabajo, ya que, si mentía en eso, podría mentir en todo lo que siguiese-. Principalmente se usa para relajar un poco el ambiente, y además tiene un aroma muy especial –sonrió apoyándole la taza encima de su mesa. Tampoco es que la pasiflora tuviese un olor característico, pero había conseguido claramente relajar la explicación.

Caminó de nuevo hacia su silla. En dos pasos consiguiendo distinguir más de dos olores diferentes que salían de las tazas de cada uno. En ese momento recordó (y agradeció) poder darle su primer sorbo a su té. Al principio, y mientras tragaba el agua, no sabía absolutamente a nada, pero poco a poco iba notando como sus orificios nasales se abrían debido a la menta; le encantaba esa sensación.

Se echó hacia atrás en su asiento y escuchó con atención las palabras del auror. Normalmente, cuando la gente del ministerio venía a hablar con ella, siempre había una razón concreta para hacer la visita y quieras o no, a pesar de que los encuentros eran largos, se sabía el asunto desde el primer momento. Le sorprendió bastante que el hombre intentase que ella adivinase el motivo de la visita. Rebuscó en su cabeza a ver si podía haber hecho algo malo en las últimas semanas, pero no era así. Bianca era una chica muy comprometida con su trabajo y que siempre reconocía sus propios errores.

-No sé, se me ocurren tantas cosas por las que podría estar usted aquí –comentó dudosa mientras seguía mirando al hombre a los ojos -. Podría ser porque necesita información sobre nuestros últimos ingresados, alguno que esté en la planta de heridas provocadas por hechizas, o sobre el estado de alguna de sus últimas capturas… –no se le ocurría ninguna cosa más, cosa que le frustraba ya que solía ser una mujer muy viva mentalmente, pero cuando le hurgaban un poco en su trabajo, se ponía nerviosa y se bloqueaba -. Yo lo único que se, es que no he hecho nada fuera de la norma, y que en este Hospital se trabaja responsable, como siempre se ha hecho –alzó un poco más la voz fruto del nerviosismo para dar un discurso y una explicación, que ni el hombre le había pedido. Acto seguido se lanzó a por su taza de té como naufrago a su flotador.
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Mensaje por Iorwerth Cosmas Vie Jun 23, 2017 10:48 am

Observó los movimientos de la mujer con sumo cuidado, ya que lo que menos deseaba en ese momento era morir envenenado, aun cuando dudaba mucho que la mujer fuese a tener el descaro de asesinarlo en su mismo despacho y lugar de trabajo en caso de querer hacerlo, aunque ¿qué motivos tendría para querer hacerlo? Arrugó ligeramente la nariz en un rápido respingo, como una reacción involuntaria provocada por querer regañarse a si mismo y a su casi incontrolable instinto de persecución a través del cual siempre pensaba bastante mal de cualquier persona que conociera.

Miró hacia los asientos, pero dudó si sentarse, pues aún cuando fuese muchas veces un mierdas de persona, en el fondo seguía siendo una caballero y la sanadora aún no le había invitado a tomar asiento. Resopló con un poco de impaciencia, pero se mordió la lengua antes de emitir cualquier comentario mordaz y sólo se limitó a observar a la mujer mientras colocaba sobre la mesa la taza asignada para él, así que imaginó que aquello era por fin una invitación no verbal para tomar asiento.

Volvió a mirar a la mujer y se sentó frente a ella, enarcando automáticamente una ceja cuando la sanadora le tuteó, por lo que se le quedó mirando fijamente, como si esperara algún tipo de explicación para cuando ella mencionó aquel interesante té azul, traído directamente de China y la atención de Iorwerth por fin se dirigió a un lugar diferente, haciendo que sus ojos volaran directamente hacia la taza de té en donde logró diferenciar un poco de aquellas hojas.

Conozco los efectos de la Pasifloravolvió a mirarle , vengo de una familia de pocionistasse explicó de manera resumida . Cualquiera diría que está intentando hacerme dormir.

Se detuvo nuevamente en sus ojos por varios segundos, sin llegar a decir a palabra alguna. Podría decirse que la había acusado directa, pero disimuladamente, de algo que podría ser o no verdad, y deseaba escrutar su reacción.

Esperó también la respuesta a su otra pregunta y sonrió levemente ante sus conclusiones, sobre todo cuando se acercó al final de éstas y los nervios de la mujer comenzaron a ir en aumento, hasta acabó aferrada a su propia taza de té, como si fuese aquel una specie de brebaje salvador.

Creo que quien necesita la Pasiflora es otra persona.

Sonrió de manera un poco más notoria y sacó su varita para agitar el contenido de su taza y mezclar así los sabores, antes de beber un sorbo de aquel té azul y quedarse con la mirada fija sobre el líquido ahora mas oscuro.

¿Tiene hijos, Señorita Bona? ¿Esposo, madre o alguien que le extrañe si acaso sorpresivamente llegase a desaparecer del mapa…alzó la mirada hasta chocar con los ojos de la mujer por extrañas y desconocidas circunstancias?
Iorwerth Cosmas
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