Ollivander's Fabricantes de excelentes varitas desde 382 a.C

Tiene un polvoriento escaparate con un simple cojín desteñido de color púrpura con una única varita. Al entrar suena una campanilla, y es un lugar pequeño y vacío, salvo una silla larguirucha. Tiene miles de estrechas cajas amontonadas cuidadosamente hasta el techo.

Caja de protección -> 3 galeones (de madera de abedul, recubierta con cenizas de ashwinder)

Funda para pierna -> 3 galeones

Kit de limpieza de varitas -> 2 galeones

Varita -> 7 galeones




Apenas al tocar la puerta puede sentirse aquella extraña sensación de cosquilleo sobre los dedos, una sensación de magia y de fluidez que circula a través de todas esas miles de cajitas que tan abarrotadas parecen querer caerse de un momento a otro.

La puerta no alcanza a abrirse por completo cuando una campanilla ya ha anunciado tu llegada tomándote por sorpresa. Una escalerilla con ruedas se desliza por entre los estantes trayendo consigo a un enjuto anciano de cabello blanco que te sonríe amablemente.

–Me preguntaba ¿Cuántos minutos pasarían para volver a ver a un nuevo mago/bruja cruzar mi puerta? –comentó bajando de su transporte y acercándose al mesón con sus grandes y pálidos ojos que brillaban como lunas en la penumbra del local. Sacó de su bolsillo una cinta métrica con marcas plateadas.

–¿Con qué brazo coges la varita? –preguntó esperando tu respuesta –Extiende tu brazo. Eso es –indicó para medirte desde el hombro hasta el dedo, luego de la muñeca al codo y alrededor de tu cabeza. Mientras medía, dijo –: Cada varita Ollivander tiene un núcleo central de una poderosa sustancia mágica. No hay dos varitas iguales, como no hay dos unicornios u otras criaturas iguales. Y, por supuesto, nunca obtendrás tan buenos resultados con la varita de otro mago.

De pronto te das cuenta de que la cinta métrica, que te medía en esos momentos entre las fosas nasales, lo hacía sola, a la vez que el Señor Ollivander revoloteaba entre los estantes para elegir una cajita de cartón, desempolvarla con un soplido y abrirla ante tus ojos para entregarte una varita.

–Bejuco y nervio de corazón de dragón. Diecinueve centímetros y cuarto, flexible. ¿Qué esperas? Agítala!

Obedeces pero en aquel momento haces explotar el único tintero de cristal que se hallaba sobre el mesón.

–No, no... veo que no -comenta Ollivander sin darle importancia al desastre y se dirige nuevamente a los estantes deslizando sus delgados y blanquecinos dedos por entre las cajas.

–Creo que si me ayudas un poco podremos hacer que tu varita te encuentre más rápido, ya que es la varita quien escoge al mago y no al revés...

Test de Ollivander:

Luego de las preguntas, recogió otra cajita y la abrió para entregarte una nueva varita que, en cuanto la tocas, sientes un súbito calor en los dedos, y al agitarla, una corriente de chispas rojas y doradas estallaron en la punta como juegos artificiales, arrojando manchas de luz que bailaban en las paredes.

-!Oh, bravo! Muy bien.... Felicidades, por fin tu varita te ha encontrado.

Muestrario de varitas:

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La información de la tienda ha sido extraída directamente de ElDiccionario.org y de Harry Potter y la Piedra Filosofal.